Hace decenas de miles de años, la humanidad era mucho más diversa de lo que es ahora. Múltiples linajes de humanos vagaron por la Tierra, incluidos los neandertales y los denisovanos. Hoy, el Homo Sapiens es el último miembro superviviente de esa “tribu”. Pero los restos de esos humanos perdidos viven en nuestros genomas.

Los neandertales vagaban por las tierras de Europa y Oriente Medio. Su grupo hermano, los denisovanos, se extendían por Asia. Ahora sabemos que nuestros antepasados ​​se cruzaron tanto con neandertales como con denisovanos en varios momentos de nuestra historia, dejando fragmentos de ADN de ambos grupos. Los genes de los neandertales han estado implicados en una serie de rasgos biológicos en la actualidad, desde el reforzamiento del sistema inmunológico hasta nuestro cabello y piel.

En los últimos años, la investigación sobre la historia entrelazada de los humanos y nuestros primos homínidos, ha pintado una imagen cada vez más matizada de las interrelaciones entre los grupos. Los humanos probablemente se cruzaron con ambos linajes en múltiples ocasiones, lo que sugiere una compleja historia compartida. Tanto así, que los antropólogos aún no se ponen de acuerdo sobre si deberíamos llamar a los neandertales y a los denisovanos como especies separadas.

La investigación en humanos antiguos recibió un gran impulso hace una década, cuando los científicos secuenciaron por primera vez los genomas de neandertales y denisovanos, pudiendo compararlo con el Homo Sapiens. La evidencia reveló signos claros de mestizaje: el genoma humano puede contener tramos de ADN que coinciden fuertemente con los otros linajes.

Cierta evidencia incluso ha indicado que el material genético de linajes humanos aún no identificados, también podría vivir dentro de nuestros genomas. Los llamados “linajes fantasma” son visibles como débiles ecos en nuestros genes, pero aún no se han comparado con la evidencia física fósil. Un estudio reciente utilizó sofisticadas técnicas de modelado, para examinar los genomas y seleccionar genes de un homínido desconocido en los denisovanos. Algunos de esos genes, a su vez, se transmitieron a los humanos, aunque no se puede señalar quiénes eran esos ancestros.

Si bien sabemos que los humanos contienen ADN, tanto de neandertales como de denisovanos, las cantidades varían. Las personas cuyos antepasados ​​provienen de Europa y Asia recibieron aproximadamente el 2% de su ADN de los neandertales. El ADN denisovano, por el contrario, aparece solo en personas de Asia, donde puede constituir hasta el 5% de sus genomas.

Durante mucho tiempo se pensó que los africanos no tenían ADN de neandertales o denisovanos, ya que los humanos antiguos adquirieron esos genes solo después de salir de África. Pero un estudio del 2020 detectó pequeñas cantidades de ADN neandertal en personas de ese continente, contrariamente a esa suposición de larga data. Probablemente provino de humanos que regresaron a casa, dicen los investigadores.

Los nuevos fósiles también han ayudado a completar la historia. En 2018, los científicos anunciaron en la revista Natureque habían encontrado restos pertenecientes a una joven que era un híbrido neandertal-denisovano. El espécimen, llamado “Denisova 11” tenía una madre neandertal y un padre denisovano, y vivió hace más de 50.000 años. El estudio permitió analizar el genoma perteneciente a cada progenitor, hallándose que el padre denisovano tenía algunos ancestros neandertales, pero eran de una población diferente a la su madre, es decir, se habían mezclado mucho antes. Más recientemente, en un artículo en Nature Ecology and Evolution de 2021, que analizó el ADN humano de tres individuos encontrados en la cueva de Bacho Kiro, en Bulgaria, y que data de hace unos 45.000 años, hallaron niveles altos de ascendencia neandertal y la mayor parte de ese ADN presentaba tramos extremadamente largos. Lo que significa que poseían entre cinco a siete generaciones de antepasados neandertales en sus árboles genealógicos. Un indicio de que los humanos modernos se propagaron por Europa y Asia, ocupando los territorios de los neandertales.

Los estudios de personas de ascendencia asiática y de las islas del Pacífico, incluso nuestros indígenas venezolanos, revelan la presencia de ADN denisovano en sus genomas. Los científicos creen que sus antepasados ​​se mezclaron con los denisovanos en algún momento, después de migrar a la región hace decenas de miles de años. Esos genes han demostrado ser beneficiosos en algunos casos. El análisis de una mandíbula de denisovano  encontrado en una cueva en lo alto de una meseta en el Tíbet, reveló que los tibetanos de hoy en día albergan un gen clave heredado, que permite a sus cuerpos lidiar mejor con los efectos de la altitud.

Los genes de los neandertales también se han relacionado con la forma en que nuestra piel reacciona a la luz ultravioleta, la depresión, las alergias, los infartos al miocardio y otras afecciones. Incluso a medida que aprendemos más sobre nuestra historia antigua y sobre los grupos de homínidos que permanecen con nosotros hoy a nivel genético, vale la pena recordar que no todo está escrito en piedra. Nuestra comprensión de muchas facetas de la historia humana ha cambiado en los últimos años, desde cuando dejamos África hasta cuántos grupos diferentes de humanos antiguos existían. Es posible que algo de lo que pensamos hoy no se mantenga a medida que salgan a la luz nuevas pruebas. Y una mayor investigación puede desenterrar dimensiones completamente nuevas de nuestro pasado.

Aunque sabemos que el ADN de los antiguos grupos de humanos vive en nosotros, todavía no podemos decir con certeza cuánto o de cuántos linajes proviene. Lo único seguro es que no hay una raza pura y que cada uno de nosotros es una mezcla única y especial.

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