Después de varios tropiezos y no menos desgracias, ahora existe consenso de que agrupar esfuerzos en torno a una estrategia única opositora -que finalmente desemboque en una vocería y candidatura unitaria para el 2024- es el escenario cardinal para ganarle al candidato del oficialismo. Pero esto no se logra con simple voluntad.
En otras palabras, reestructurar la organización de las fuerzas opositoras no será coser y cantar, puesto que, es sabido el profundo debilitamiento de los partidos políticos, la fragmentación de las redes organizativas, la ausencia de mecanismos para dirimir desacuerdos internos y el florecimiento de una lógica de exclusión mutua que no permite avanzar ni un milímetro.
En este contexto, no son pocas las voces ciudadanas que constatan una nula dirección política o, derechamente, un vacío de liderazgo que reúna la capacidad de coordinar una lucha amplia y democrática para transitar hacia la reinstitucionalización nacional. Es decir, se percibe una desconexión de la dirigencia política para escuchar a las distintas organizaciones de la sociedad civil y acompañarlos en sus reclamos (lo del Foro Cívico es un buen ejemplo de ello).
Esta contrariedad debería ser abordada como prioridad elemental de las principales fuerzas opositoras, porque hoy la ciudadanía aparentemente siente que el emblemático G4 está aislado de sus necesidades básicas e inmediatas y, lamentablemente, perciben que lo mejor es buscar caminos propios, dado que los responsables de representar y canalizar sus peticiones —y tormentos— están resolviendo sus intereses particulares antes que prestar oídos al interés general.
Así pues, actualmente, una mayoría ciudadana le cortó el teléfono a los políticos, y estos deben entenderlo y afrontarlo en su justa dimensión. Y en este punto es fundamental que nos pongamos de acuerdo para cambiar esta dura realidad: la solución no pasa por deslegitimar la lucha de las organizaciones de la sociedad civil o acusarlos de traidores ni mucho menos, sino que, por el contrario, se debe acompañarlos en su lucha y, de este modo, acumular las fuerzas que nos ayuden a construir la ansiada redemocratización del país.
Para nadie es un secreto que la sensación de abandono de muchos sectores del país es creciente. Por esta razón, de ahora en más, todas las iniciativas de la dirigencia opositora deben ser articuladas necesariamente con la participación de asociaciones ciudadanas (si es que se quiere detener la desconfianza en la política como medio de resolución de conflictos y atención de demandas). (Adipex)
En fin, la tragedia de la unidad opositora nos ha llevado a la incapacidad de construir una alternativa democrática que sume credibilidad, confianza y la mayor suma de respaldos. El reloj no se detiene, el 2024 está más cerca y el desafío es crear dicha alternativa lo más pronto posible, y esto último, por cierto, probablemente no se logre sin una cohesión estratégica compartida entre partidos políticos y organizaciones ciudadanas. Esta es la tarea para ayer.
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