El crimen de Ángela no puede quedar impune

Ángela Aguirre, como toda adolescente, como cualquier joven, quiso ejercer el derecho humano a divertirse, saliendo a rumbear.  Lo hizo con un grupo de amigos y amigas. Nada de extraordinario. Pero cuando Ángela debía regresar a casa, no lo hizo.  Fue reportada como desaparecida. Al tercer día, no resucitó… encontraron su cadáver flotando en el rio Caroní, al Sur de Venezuela.

Ángela no solo se ahogó o la ahogaron. Ella fue golpeada y violada sexualmente por delante y por detrás, según dice un primer informe de la autopsia, aunque un segundo informe omita la parte de la violación.

Y es que las investigaciones y reportes sobre la muerte de Ángela han estado en las aguas turbulentas de la confusión forzada.  Como muchos casos en que hay violación de por medio, policías, investigadores,  jueces, fiscales y, a veces, hasta familiares y periodistas se dan a la tarea de  tapar el delito con  cualquier trapo.  Sobre todo, cuando el asesino tiene algún tipo de poder.

En el medio de esa turbulencia, está la familia de Ángela, adolorida, rabiosa, impotente. Exigiendo, lo mínimo que le queda: justicia terrenal.

El ruido de los apagones, del chorro de agua que no suena, de las marchas, del alimento que no se puede comprar, de la medicina que no se consigue, hizo que, en Venezuela, ese horroroso crimen casi pasara por debajo de las mesas de redacción.

De lo que está pasando con el crimen de Ángela casi no nos enteramos, o lo hicimos a destiempo como ocurrió con el incendio de “La Guajira”, en el centro de Caracas, en donde murieron cerca de 20 trabajadoras sexuales, algunas de ellas adolescentes, en el 2014,  tiempos de protestas políticas.

Pero el crimen de Ángela no podemos dejarlo pasar como no podemos hacerlo con ningún crimen, pero en particular el de mujeres que son asesinadas por el solo hecho de ser mujer –femicidio, ahora le dicen- y mucho menos si el móvil del crimen fue sexual.

A Ángela, como a miles de mujeres en todo el mundo, la mataron por decir NO, por negarse a entregar su cuerpo porque no quería, no le daba la gana, como ocurre con las mujeres violadas.  Era su derecho humano. Pero los machos embrutecidos no saben de negativas femeninas. “Las mujeres no son seres pensantes, no tienen capacidad de decisión”, piensan ellos en su escasa, prehistórica mentalidad.

Y a esos asesinos violadores provoca decirles ¡hijos de puta!, ¡coños de su madre! y no, porque  insultamos a la madre que los parió, a una mujer del mismo sexo de la que ellos violaron y mataron. Y ninguna mujer debe ser insultada, humillada, ofendida por ser mujer, ¡no señor!

Con respecto a mujeres, en el caso de Ángela, hay dos hechos que resaltan: Entre la manada que la violó y la mató estaban dos de ese mismo sexo. ¿Qué hacían ellas mientras a otra la violaban y asesinaban?,  ¿Qué pensarán ellas sobre un crimen en el cual están involucradas por acción u omisión?.

El otro hecho resaltante e indignante es que llegado el caso a un tribunal, quien ordena realizar una segunda autopsia con su respectivo informe –como que si las causas de una muerte pudieran variar en el tiempo-, es una mujer.  En ese segundo informe, según la prensa, desaparecen las lesiones en los genitales y el ano, y la Fiscal, decide excarcelar a los siete acusados, entre los cuales, sin duda, está él o los criminales.

Esa Fiscal del Ministerio Público, que nació de otra mujer y que pudiera tener hijas, hermanas, sobrinas, primas, pero con seguridad, amigas, vecinas y colegas –todas susceptibles a ser  violadas, según los hombres machistas-  termina protegiendo a los violadores. ¡Qué vergüenza de mujer!

Detener la barbarie machista

Y es que al parecer, en el juicio e investigaciones sobre la violación y crimen de Ángela, hay hilos de poder económico.  Así ocurrió con el crimen de Mayell Hernández, hace algunos meses en Caracas,  donde las presiones políticas quisieron proteger al asesino pero la protesta de la familia y compañeras de la victima, no se detuvo hasta verlo preso y juzgado.

Así debería pasar con el crimen de Ángela.  Su familia no debe quedar sola en la demanda de justicia.  Las organizaciones civiles de mujeres y hombres que nos preocupa la violencia machista tenemos que movilizarnos en memoria de Ángela, la que contaba 16 años.

Tenemos que parar los crímenes machistas y exigir la mayor de las penas para quienes lo cometen. Hay que hacerlo por los millones de mujeres que quedan vivas. Entre ellas, nuestras hijas, hermanas, amigas, novia, pareja.  Por ti, si eres mujer.

La barbarie machista parece que no cesa en ninguna parte del mundo y los/las jueces que la protegen, tampoco.

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