Ya tenemos a la vuelta de la esquina los comicios regionales en Venezuela. La campaña electoral oficial comenzó en medio de un ambiente de desconexión popular, resultante de la fragmentación de posiciones en torno a la participación o no, las divisiones internas de los partidos y coaliciones, y un clima electoral relativamente frío entre el liderazgo y las necesidades reales de la población. No obstante, las mediciones han venido señalando que los niveles de intención firmes de ir a votar han venido creciendo paulatinamente en muchos estados del país.
El clima electoral comienza a impulsar la aplicación de “algoritmos”, para llegar a la obtención del éxito aún en las actuales circunstancias. En las redes sociales vemos las distintas operaciones sistémicas que buscan allanar el camino hacia la formación de tendencias favorables a determinados candidatos. Esto viene alimentando una nueva forma de emocionalidad que tendrá impactos, sin duda alguna, en muchos estados y municipios. Los algoritmos virtuales son una realidad más que evidente, y se ha convertido en una manera eficaz de llegar casi instantáneamente a miles y miles de personas que votan. Pero no solo en redes sociales existen los algoritmos, también y paradójicamente, en la vida real.
La definición de algoritmo pudiera estar exclusivamente asociada a las tecnologías de la información y comunicación, pero no es así. También en la vida real y más en la política se usan “las operaciones sistémicas” para llegar a “soluciones”. Cuando un candidato impulsa el contacto directo con las personas, lo hace más humano, más creíble, sobre la base de una narrativa estratégica, pero también cercana a la gente va provocando reacciones en “cajas de resonancia” que van matrizando a la opinión pública. Con ello, su crecimiento electoral se va consolidando. Tener presente esta forma de orquestar las operaciones de tierra y personales es clave para reforzar los algoritmos en las redes sociales. Así se va creando empatía y organicidad en el respaldo popular.
La política de los nuevos tiempos y la que resultará del 21 de noviembre próximo estará asociada a los algoritmos. Éstos van a seguir definiendo nuestras vidas y tanto los líderes políticos como nosotros, los ciudadanos, tenemos que comenzar a comprenderlos mejor. Francis Sullivan alguna vez dijo: “los algoritmos son la poesía de la computación”. Hoy en día esa frase trasciende el mundo de la informática y se envuelve en el mundo real de la política. Tanto mejor lo sepamos, mejores reacciones se obtendrán del electorado. Especialmente, en países y territorios donde la polarización y el autoritarismo causa estragos. A la política, por lo tanto, hay que sembrarla de “poesía”, verbigracia, de algoritmos, en función de recuperar su protagonismo como herramienta fundamental para procesar las diferencias de manera democrática y con una convivencia apegada a las normas.
“Algoritmizar” la política puede ser muy bueno en tanto y cuanto, los líderes aprendan a conectar mejor con los intereses populares. Aprendan también a trascender “el electoralismo”, para suplantarlo por una relación permanente con sus bases de apoyo partidario e independiente que consolide proyectos de mediano y largo plazo. El próximo 21 de noviembre es muy posible que veamos cosas que no se han visto en país. En estos últimos 24 meses mucha agua ha corrido debajo de los puentes y las circunstancias han modificado el cuadro tradicional de caracterización política del país. Hay que estar muy atentos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
Del mismo autor: Comunicación e irreverencia: la nueva forma de hacer política
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Ya tenemos a la vuelta de la esquina los comicios regionales en Venezuela. La campaña electoral oficial comenzó en medio de un ambiente de desconexión popular, resultante de la fragmentación de posiciones en torno a la participación o no, las divisiones internas de los partidos y coaliciones, y un clima electoral relativamente frío entre el liderazgo y las necesidades reales de la población. No obstante, las mediciones han venido señalando que los niveles de intención firmes de ir a votar han venido creciendo paulatinamente en muchos estados del país.
El clima electoral comienza a impulsar la aplicación de “algoritmos”, para llegar a la obtención del éxito aún en las actuales circunstancias. En las redes sociales vemos las distintas operaciones sistémicas que buscan allanar el camino hacia la formación de tendencias favorables a determinados candidatos. Esto viene alimentando una nueva forma de emocionalidad que tendrá impactos, sin duda alguna, en muchos estados y municipios. Los algoritmos virtuales son una realidad más que evidente, y se ha convertido en una manera eficaz de llegar casi instantáneamente a miles y miles de personas que votan. Pero no solo en redes sociales existen los algoritmos, también y paradójicamente, en la vida real.
La definición de algoritmo pudiera estar exclusivamente asociada a las tecnologías de la información y comunicación, pero no es así. También en la vida real y más en la política se usan “las operaciones sistémicas” para llegar a “soluciones”. Cuando un candidato impulsa el contacto directo con las personas, lo hace más humano, más creíble, sobre la base de una narrativa estratégica, pero también cercana a la gente va provocando reacciones en “cajas de resonancia” que van matrizando a la opinión pública. Con ello, su crecimiento electoral se va consolidando. Tener presente esta forma de orquestar las operaciones de tierra y personales es clave para reforzar los algoritmos en las redes sociales. Así se va creando empatía y organicidad en el respaldo popular.
La política de los nuevos tiempos y la que resultará del 21 de noviembre próximo estará asociada a los algoritmos. Éstos van a seguir definiendo nuestras vidas y tanto los líderes políticos como nosotros, los ciudadanos, tenemos que comenzar a comprenderlos mejor. Francis Sullivan alguna vez dijo: “los algoritmos son la poesía de la computación”. Hoy en día esa frase trasciende el mundo de la informática y se envuelve en el mundo real de la política. Tanto mejor lo sepamos, mejores reacciones se obtendrán del electorado. Especialmente, en países y territorios donde la polarización y el autoritarismo causa estragos. A la política, por lo tanto, hay que sembrarla de “poesía”, verbigracia, de algoritmos, en función de recuperar su protagonismo como herramienta fundamental para procesar las diferencias de manera democrática y con una convivencia apegada a las normas.
“Algoritmizar” la política puede ser muy bueno en tanto y cuanto, los líderes aprendan a conectar mejor con los intereses populares. Aprendan también a trascender “el electoralismo”, para suplantarlo por una relación permanente con sus bases de apoyo partidario e independiente que consolide proyectos de mediano y largo plazo. El próximo 21 de noviembre es muy posible que veamos cosas que no se han visto en país. En estos últimos 24 meses mucha agua ha corrido debajo de los puentes y las circunstancias han modificado el cuadro tradicional de caracterización política del país. Hay que estar muy atentos.
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Las opiniones expresadas en esta sección son de entera responsabilidad de sus autores.
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