Hernán Cadenas vive detrás del Palacio de Miraflores, en Altagracia, y nunca había tenido problemas con el suministro de agua. En su edificio y en el resto de la comunidad, el servicio siempre había sido regular. Así fue hasta hace una semana. “Tengo seis días sin agua“, dice mientras sale con dos botellones para recargarlos en un negocio cerca de su residencia, este miércoles 27 de abril.
No solo Cadenas hace el viaje varias veces al día para poder tener algo de agua en casa. Lo mismo hacen los vecinos, los colegios, los restaurantes y los negocios de la zona.
Vicente Medina vive en otro de los edificios que están detrás de Miraflores. Anoche, 26 de abril, se sumó unos minutos a la protesta que hubo en el sitio. La falta de agua les quita el sueño a los vecinos de Altagracia, La Pastora, la avenida Baralt y las adyacencias del Palacio Presidencial. “¡Queremos agua, agua de chorro!” retumbó en la zona de seguridad custodiada por la Guardia Nacional y Casa Militar.

“En mi edificio tenemos ocho días sin agua. Los apartamentos huelen a todo, menos a lo que debería oler una casa”, se queja Medina. Hace tres semanas también participó en una protesta por agua que tuvo lugar en Miraflores, pero que no contó con la difusión de los medios.
“En ese momento, salió un coronel a decirnos que no protestáramos, que ya nos iban a resolver. Nos mandaron una cisterna y tuvimos agua por dos días nada más. Anoche salimos otra vez”, cuenta el vecino. “Antes teníamos agua. Ahora tenemos que comprar botellones constantemente”.
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José Alonso es el dueño de un pequeño negocio que recarga agua y ve pasar a decenas de personas durante el día que cargan sus envases de plástico. En la última semana, el local abastecido por cisternas se ha quedado sin el líquido ante la gran demanda de los habitantes del sector.

“Nosotros tenemos este negocio desde hace dos meses porque teníamos una cristalería desde hace 20 años y tuvimos que cerrarla por falta de materia prima”, lamenta Eugenio Alonso, hijo del dueño y encargado del local. “Todas las semanas nos cambian el precio de la cisterna. La semana pasada pagué dos millones (de bolívares) y la última vez que nos trajeron agua fueron nueve millones”, agrega.
En varios viajes, y por 15 mil bolívares, los vecinos cargan los botellones, precio mucho más solidario que costear una cisterna para dotar al edificio completo. Pagarla implicaría desembolsillar entre 15 y 18 millones de bolívares.
Ni una gota
El Colegio Fuente del Saber, ubicado a unas cuatro cuadras de Miraflores, nunca había tenido que suspender sus clases sino hasta ahora. En lo que va de lapso, el centro educativo ha cerrado sus aulas en tres ocasiones por falta de agua.
“Hemos tenido hasta 15 días sin el suministro. Estuvimos una semana sin agua, pero hoy llegó. Vamos a ver cuánto dura”, se pregunta Aleska Legón, subdirectora del centro educativo que imparte clases de primaria y de bachillerato. “Hasta los mismos padres nos dicen que no pueden traer a los niños porque no tienen agua en la casa”, afirma.
Es el único colegio de la zona que ha podido mantener su horario de clases porque cuenta con tanques para almacenar lo poco que llega. Este viernes, los demás centros y guarderías de la zona se paralizaron por la falta del suministro.
Nicolás Laya trabaja en una carnicería a tres cuadras de Miraflores. Han estado dos semanas sin agua, pero no se han paralizado ante la ausencia del servicio. “Es fuerte. Hemos tenido que usar el agua de las cavas para limpiar y para asearnos nosotros. Salgo oliendo a carne y la gente se me queda viendo”, lamenta.
Reside en Quinta Crespo y ha tenido que adaptar su día a día al horario en que surten de agua su edificio. “Donde yo vivo tampoco hay agua. La ponen de 5:00 am a 6:00 am para que uno medio agarre y se bañe”, explica. “Ahora me tengo que levantar temprano para poder agarrar algo. Si no, me quedo sin agua todo el día y tengo que esperar al día siguiente”.