Ver más de
Reynaldo Mozo Zambrano | @reymozo
Foto por Mairet ChourioAdriana contemplaba lo que quedaba de su casa. “Lo perdí todo”, exclamó. Mientras más detallaba los hechos que la hicieron correr con sus cinco hijos a mitad de la tarde, enfatizaba que las únicas prendas de vestir que le quedaban las tenía puestas la mañana de este sábado 29 de octubre, un día después de que el río El Cojo, en Macuto, se desbordara.
Su vivienda estaba ubicada en el sector El Teleférico, del estado Vargas, justo a las orillas del río. En los 10 años que tiene Adriana habitando en el lugar, El Cojo se mantenía seco.
“Pocas veces llegué a ver agua proveniente del río, aunque si sabía que durante la tragedia de Vargas, este fue uno de los ríos que más estragos causó. Ahora me tocó a mi vivir eso”, señaló.
De los restos que quedaron de su hogar, apenas se observan las columnas de la estructura, así como unas escaleras de cemento. Adriana detalló que los vecinos la ayudaron con ropa y comida, tras del colapso de su casa.
“Cuando fui a la comuna (La casa comunal del sector El Teleférico), los funcionarios de Protección Civil y los Bomberos del estado fueron a inspeccionar la zona. Me censaron y dijeron que me iban a reubicar con mis hijos. Sigo esperando la respuesta”, agregó.
Describió que comenzó a llover más fuerte durante mediodía del viernes 28 de octubre.
“El río creció. Me asusté mucho, porque sentía como la casa estaba cediendo. Agarré lo únicos trapitos que tenía a la mano y salí corriendo con mis hijos a la calle. Los vecinos estaban iguales. Todos huimos lo más rápido posible. Por eso estoy en la casa comunal, no tengo familia aquí, no tengo a donde irme”.
Adriana, damnificada
Desde horas de la mañana de este sábado, muchos vecinos observaban los destrozos dejados por la crecida del río El Cojo. Ese era el único tema de conversación que se desarrollaba en El Callejón del Río, un sector pequeño en donde al menos 10 viviendas quedaron en peligro de derrumbe.
Lea más en: Lluvias en Venezuela se intensificarán durante el domingo, advierte gerente del Inameh
Yolimar Fernández, de 51 años de edad, fue una de las afectadas. Ella ha vivido en el Callejón del Río toda su vida y es testigo de las consecuencias que puede tener la fuerza de la naturaleza que arrasa todo a su paso.
Durante la tragedia de Vargas de 1999 la mujer perdió parte de su casa; al no poder conseguir una vivienda subsidiada por el Gobierno decidió regresar y reconstruir. Pero, 22 años después del desastre, se vuelve a quedar sin hogar.
“La tragedia y las lluvias de ayer (viernes) fueron horribles. Vivimos momentos horribles, claro en la tragedia fue peor, no estábamos preparados. Cuando empezó a crecer el río saqué a mi familia y a mi hijo que tienen una condición especial y nos fuimos a casa de un familiar. Era horrible estaba muy alto el río”, manifestó.
A menos de 500 metros del sector El Teleférico, donde más de 10 familias perdieron sus hogares, los esfuerzos de ayuda de Bomberos, Protección Civil y funcionarios policiales se concentraron en las labores de limpieza en el edificio Aguamarina y sus alrededores. Fernández denunció que a su hogar no llegó un funcionario a ayudarla.
“Salimos por nuestra cuenta. Siempre son promesas y nunca las cumplen. Dormiremos en la casa de un familiar hasta que nos puedan resolver, pero tengo miedo de quedar sin un lugar para vivir”.
En 1999, cuando los varguenses sufrieron de una de las peores catástrofes de Venezuela, no existían las redes sociales y el internet no estaba al alcance de la población.
Rubén Durán, habitante de la torre residencial Aguamarina, vio a través de su teléfono celular como el fuerte torrente del río El Cojo atravesó los muros de la edificación e inundó los tres metros de altura del estacionamiento, ubicado en el sótano del edificio.
Durán, quien trabaja como abogado en la ciudad de Caracas, quedó sorprendido al ver un video difundido en redes sociales, donde constató que su carro quedó tapiado por el lodo.
Este hombre tiene 18 años en la edificación. No vivía en Aguamarina cuando ocurrió el desastre de 1999, pero muchos de sus vecinos volvieron a recordar el amargo pasado.
El edificio Aguamarina tiene 50 apartamentos, todos están habitados y la mayoría de los propietarios son personas de la tercera edad. Cuando la fuerte corriente del río El Cojo rompió las paredes del edificio, los residentes decidieron resguardarse en los últimos pisos de la torre, a la espera de ser evacuados por los funcionarios de Protección Civil.
“La sorpresa para mí fue que vi a través de redes sociales de medios de comunicación, vi como flotaba mi carro y los carros de los vecinos, ocho vehículos perdidos y una moto, sin embargo, debo hacer énfasis y dejar claro que primero la vida porque lo material se recupera”.
rubén durán, residente de aguamarina
Durán expresó que, tras la tragedia de 1999, las autoridades solo colocaron una pared de bloques de cemento para evitar que la fuerza del río ingresara a la edificación. Pero, a su juicio, en lugar de una pared debieron construir un muro de contención que evitara que lo que ocurrió la tarde del viernes 28 de octubre, sucediera.
Como en el edificio Aguamarina aún residen personas sobrevivientes al deslave de 1999, la crecida y desbordamiento, avivaron pensamientos del pasado. “¡Dios mío! Otra vez viviremos lo mismo”, exclamaban los vecinos.
“Todos sentimos miedo a pesar de que algunos no vivimos la fea experiencia de 1999, que dejó traumado a muchos. Hay gente que psicológicamente no está bien y cuando comienzan las lluvias las notas nerviosas, llorando”, añadió.
Ibis Pérez también es una de las habitantes del edificio Aguamarina. En su apartamento vive con su hija, sus dos nietos y su esposo. Ella junto a su familia se refugiaron en el penhouse del edificio, porque cuando ocurrió la tragedia de Vargas, el agua alcanzó los tres primeros pisos de la edificación.
“Yo tengo 16 años viviendo acá, nosotros no estábamos cuando la tragedia, pero cuando el río reventó la pared, nuestros vecinos nos indicaron que subiéramos a las zonas altas porque cuando el deslave los apartamentos de los tres primeros pisos quedaron tapiados”.
Los vecinos del Aguamarina intentaron por sus medios salir de la torre residencial, pero la fuerza del río inundó la entrada principal del lugar. Cuando bajó el cauce del río, los vecinos se apegaron al protocolo de los rescatistas y se refugiaron en la Urbanización Las 15 Letras.
La única persona que resultó herida tras el desbordamiento del río fue el yerno de la Ibis. Al joven lo llevaron a la emergencia del Hospital José María Vargas, de La Guaira, para atenderlo. “Le agarraron 200 puntos porque se cayó y se cortó, afortunadamente se encuentra fuera de peligro”, afirmó.
Otra de las preocupaciones que tienen es que el edificio quedó a la intemperie tras la ruptura de la pared perimetral. Sin embargo, informaron que las autoridades pidieron a todos que evacuaran hasta que ellos terminen las labores de limpieza. Muchos decidieron pernotar para cuidar sus bienes e inmuebles.
“Yo estoy en la casa de una amiga con mi hija y mis nietos, pero mi esposo se queda a pernoctar por las noches para resguardar nuestros bienes porque como se rompió la pared el edificio está con poca seguridad”, aseguró.
Jofre Zapata, de 39 años de edad, también reside Aguamarina y vivió en el edificio cuando ocurrió el deslave de Vargas. Aunque precisa que la situación fue distinta, revivió los recuerdos del suceso.
“Ayer me encontraba haciendo unos trabajos para el condominio del edificio. Estábamos cambiando las cerraduras y empezó a llover, pero de forma normal, pero el río empezó a sonar fuerte y ya sabemos que cuando ruge con fuerza hay que estar atentos, pero un día antes habían limpiado el cauce y no nos preocupamos, pero fue tanta la fuerza que aquí están los resultados de lo que ocurrió”, dijo el hombre mientras ayudaba a las autoridades y a sus vecinos en las labores de limpieza.
Zapata no tuvo pérdidas materiales, pero él y sus vecinos están a la espera de que los bomberos terminen el los trabajos de drenaje para inspeccionar las áreas afectadas y así saber qué remodelaciones tienen que hacer.
“En estos casos tenemos que mantener la calma porque de la desesperación podemos tener malos resultados”, dijo el vecino.
En un recorrido hecho por Efecto Cocuyo por los principales ríos del estado Vargas que, en las últimas semanas han registrado incrementos en sus caudales, se observó la presencia de la comunidad para examinar los daños causados por las crecidas.
“Este río fue el que acabó con casi todos Los Corales en 1999, es un río peligroso y ayer todos estábamos atentos a lo que pudiera sucedes, aunque gracias a Dios no se desbordó, pero si arrastró muchas rocas y lodo”, dijo Yuleidis López, de 39 años de edad, habitante de San Julián, en la parroquia Caraballeda.
A las orillas del río al menos 20 personas comentaban entre sí lo asustados que estaban tras las lluvias registradas el viernes, aunque ninguna de las viviendas que están en los bordes del río San Julián, sufrieron daños mayores.
Aseguraron que por medidas de seguridad Protección Civil desalojó a 20 familias de la zona y las reubicó en una escuela de la comunidad.
El mismo escenario se presentaba al oeste del estado, específicamente en la comunidad de La Pedrera, de la parroquia Carlos Soublette, donde al menos 10 mujeres observaban como funcionarios de la gobernación limpiaban el cauce del río Curucutí, que el pasado 27 de octubre aumentó repentinamente su cause por precipitaciones que se generaban en las cabeceras de la montaña.
En el lugar las autoridades derrumbaban una casa porque estaba en alto riesgo, pero los vecinos de la comunidad señalaron que la limpieza solo se está haciendo a la altura del puente de La Pedrera, pero no en la parte alta del río.
“Yo vivo en La Pedrera desde toda la vida, he visto como las vaguadas del 89, 99 y 2005 han causado desastres en esta zona del estado. Nosotras siempre estamos alertas cuando llueve, nos preparamos con un bolo y como ya he tenido esas malas experiencia les explico a mis vecinos a donde van a correr en caso de que el río se salga de su cauce”, dijo Belén Rivero de 55 años de edad.
A pesar de las fuertes precipitaciones que cayeron sobre Vargas la tarde del viernes, las zonas no afectadas del estado permanecían en tranquilidad, los negocios estaban abiertos y aunque los balnearios no estaban cerrados, eran muy pocos los bañistas que decidieron visitar el Litoral Central durante este fin de semana de intensas lluvias.
Playas de La Guaira esperan recibir más de 1,5 millones de personas en carnavales
Lluvias causan crecida de ríos y vías anegadas en Vargas durante este #9Nov
«Estamos asustados porque en esta zona murió una familia», dice vecino de Vargas por la crecida de ríos
Fiscalía investiga a policías de Vargas y Zulia por agresiones en alcabalas
OVV y Redhnna piden fortalecer la prevención en casos de abuso sexual contra menores
Exgerente de campaña de Petro dice que jamás recibieron aportes gestionados por Benedetti
Al menos 13 funcionarios policiales y militares han sido asesinados en el país en lo que va de 2023
65 % de transportistas dejaron de trabajar en el país por falta de combustible, estiman gremios
Provea espera que visita de Khan permita activar oficina de la CPI en Venezuela
Adriana contemplaba lo que quedaba de su casa. “Lo perdí todo”, exclamó. Mientras más detallaba los hechos que la hicieron correr con sus cinco hijos a mitad de la tarde, enfatizaba que las únicas prendas de vestir que le quedaban las tenía puestas la mañana de este sábado 29 de octubre, un día después de que el río El Cojo, en Macuto, se desbordara.
Su vivienda estaba ubicada en el sector El Teleférico, del estado Vargas, justo a las orillas del río. En los 10 años que tiene Adriana habitando en el lugar, El Cojo se mantenía seco.
“Pocas veces llegué a ver agua proveniente del río, aunque si sabía que durante la tragedia de Vargas, este fue uno de los ríos que más estragos causó. Ahora me tocó a mi vivir eso”, señaló.
De los restos que quedaron de su hogar, apenas se observan las columnas de la estructura, así como unas escaleras de cemento. Adriana detalló que los vecinos la ayudaron con ropa y comida, tras del colapso de su casa.
“Cuando fui a la comuna (La casa comunal del sector El Teleférico), los funcionarios de Protección Civil y los Bomberos del estado fueron a inspeccionar la zona. Me censaron y dijeron que me iban a reubicar con mis hijos. Sigo esperando la respuesta”, agregó.
Describió que comenzó a llover más fuerte durante mediodía del viernes 28 de octubre.
“El río creció. Me asusté mucho, porque sentía como la casa estaba cediendo. Agarré lo únicos trapitos que tenía a la mano y salí corriendo con mis hijos a la calle. Los vecinos estaban iguales. Todos huimos lo más rápido posible. Por eso estoy en la casa comunal, no tengo familia aquí, no tengo a donde irme”.
Adriana, damnificada
Desde horas de la mañana de este sábado, muchos vecinos observaban los destrozos dejados por la crecida del río El Cojo. Ese era el único tema de conversación que se desarrollaba en El Callejón del Río, un sector pequeño en donde al menos 10 viviendas quedaron en peligro de derrumbe.
Lea más en: Lluvias en Venezuela se intensificarán durante el domingo, advierte gerente del Inameh
Yolimar Fernández, de 51 años de edad, fue una de las afectadas. Ella ha vivido en el Callejón del Río toda su vida y es testigo de las consecuencias que puede tener la fuerza de la naturaleza que arrasa todo a su paso.
Durante la tragedia de Vargas de 1999 la mujer perdió parte de su casa; al no poder conseguir una vivienda subsidiada por el Gobierno decidió regresar y reconstruir. Pero, 22 años después del desastre, se vuelve a quedar sin hogar.
“La tragedia y las lluvias de ayer (viernes) fueron horribles. Vivimos momentos horribles, claro en la tragedia fue peor, no estábamos preparados. Cuando empezó a crecer el río saqué a mi familia y a mi hijo que tienen una condición especial y nos fuimos a casa de un familiar. Era horrible estaba muy alto el río”, manifestó.
A menos de 500 metros del sector El Teleférico, donde más de 10 familias perdieron sus hogares, los esfuerzos de ayuda de Bomberos, Protección Civil y funcionarios policiales se concentraron en las labores de limpieza en el edificio Aguamarina y sus alrededores. Fernández denunció que a su hogar no llegó un funcionario a ayudarla.
“Salimos por nuestra cuenta. Siempre son promesas y nunca las cumplen. Dormiremos en la casa de un familiar hasta que nos puedan resolver, pero tengo miedo de quedar sin un lugar para vivir”.
En 1999, cuando los varguenses sufrieron de una de las peores catástrofes de Venezuela, no existían las redes sociales y el internet no estaba al alcance de la población.
Rubén Durán, habitante de la torre residencial Aguamarina, vio a través de su teléfono celular como el fuerte torrente del río El Cojo atravesó los muros de la edificación e inundó los tres metros de altura del estacionamiento, ubicado en el sótano del edificio.
Durán, quien trabaja como abogado en la ciudad de Caracas, quedó sorprendido al ver un video difundido en redes sociales, donde constató que su carro quedó tapiado por el lodo.
Este hombre tiene 18 años en la edificación. No vivía en Aguamarina cuando ocurrió el desastre de 1999, pero muchos de sus vecinos volvieron a recordar el amargo pasado.
El edificio Aguamarina tiene 50 apartamentos, todos están habitados y la mayoría de los propietarios son personas de la tercera edad. Cuando la fuerte corriente del río El Cojo rompió las paredes del edificio, los residentes decidieron resguardarse en los últimos pisos de la torre, a la espera de ser evacuados por los funcionarios de Protección Civil.
“La sorpresa para mí fue que vi a través de redes sociales de medios de comunicación, vi como flotaba mi carro y los carros de los vecinos, ocho vehículos perdidos y una moto, sin embargo, debo hacer énfasis y dejar claro que primero la vida porque lo material se recupera”.
rubén durán, residente de aguamarina
Durán expresó que, tras la tragedia de 1999, las autoridades solo colocaron una pared de bloques de cemento para evitar que la fuerza del río ingresara a la edificación. Pero, a su juicio, en lugar de una pared debieron construir un muro de contención que evitara que lo que ocurrió la tarde del viernes 28 de octubre, sucediera.
Como en el edificio Aguamarina aún residen personas sobrevivientes al deslave de 1999, la crecida y desbordamiento, avivaron pensamientos del pasado. “¡Dios mío! Otra vez viviremos lo mismo”, exclamaban los vecinos.
“Todos sentimos miedo a pesar de que algunos no vivimos la fea experiencia de 1999, que dejó traumado a muchos. Hay gente que psicológicamente no está bien y cuando comienzan las lluvias las notas nerviosas, llorando”, añadió.
Ibis Pérez también es una de las habitantes del edificio Aguamarina. En su apartamento vive con su hija, sus dos nietos y su esposo. Ella junto a su familia se refugiaron en el penhouse del edificio, porque cuando ocurrió la tragedia de Vargas, el agua alcanzó los tres primeros pisos de la edificación.
“Yo tengo 16 años viviendo acá, nosotros no estábamos cuando la tragedia, pero cuando el río reventó la pared, nuestros vecinos nos indicaron que subiéramos a las zonas altas porque cuando el deslave los apartamentos de los tres primeros pisos quedaron tapiados”.
Los vecinos del Aguamarina intentaron por sus medios salir de la torre residencial, pero la fuerza del río inundó la entrada principal del lugar. Cuando bajó el cauce del río, los vecinos se apegaron al protocolo de los rescatistas y se refugiaron en la Urbanización Las 15 Letras.
La única persona que resultó herida tras el desbordamiento del río fue el yerno de la Ibis. Al joven lo llevaron a la emergencia del Hospital José María Vargas, de La Guaira, para atenderlo. “Le agarraron 200 puntos porque se cayó y se cortó, afortunadamente se encuentra fuera de peligro”, afirmó.
Otra de las preocupaciones que tienen es que el edificio quedó a la intemperie tras la ruptura de la pared perimetral. Sin embargo, informaron que las autoridades pidieron a todos que evacuaran hasta que ellos terminen las labores de limpieza. Muchos decidieron pernotar para cuidar sus bienes e inmuebles.
“Yo estoy en la casa de una amiga con mi hija y mis nietos, pero mi esposo se queda a pernoctar por las noches para resguardar nuestros bienes porque como se rompió la pared el edificio está con poca seguridad”, aseguró.
Jofre Zapata, de 39 años de edad, también reside Aguamarina y vivió en el edificio cuando ocurrió el deslave de Vargas. Aunque precisa que la situación fue distinta, revivió los recuerdos del suceso.
“Ayer me encontraba haciendo unos trabajos para el condominio del edificio. Estábamos cambiando las cerraduras y empezó a llover, pero de forma normal, pero el río empezó a sonar fuerte y ya sabemos que cuando ruge con fuerza hay que estar atentos, pero un día antes habían limpiado el cauce y no nos preocupamos, pero fue tanta la fuerza que aquí están los resultados de lo que ocurrió”, dijo el hombre mientras ayudaba a las autoridades y a sus vecinos en las labores de limpieza.
Zapata no tuvo pérdidas materiales, pero él y sus vecinos están a la espera de que los bomberos terminen el los trabajos de drenaje para inspeccionar las áreas afectadas y así saber qué remodelaciones tienen que hacer.
“En estos casos tenemos que mantener la calma porque de la desesperación podemos tener malos resultados”, dijo el vecino.
En un recorrido hecho por Efecto Cocuyo por los principales ríos del estado Vargas que, en las últimas semanas han registrado incrementos en sus caudales, se observó la presencia de la comunidad para examinar los daños causados por las crecidas.
“Este río fue el que acabó con casi todos Los Corales en 1999, es un río peligroso y ayer todos estábamos atentos a lo que pudiera sucedes, aunque gracias a Dios no se desbordó, pero si arrastró muchas rocas y lodo”, dijo Yuleidis López, de 39 años de edad, habitante de San Julián, en la parroquia Caraballeda.
A las orillas del río al menos 20 personas comentaban entre sí lo asustados que estaban tras las lluvias registradas el viernes, aunque ninguna de las viviendas que están en los bordes del río San Julián, sufrieron daños mayores.
Aseguraron que por medidas de seguridad Protección Civil desalojó a 20 familias de la zona y las reubicó en una escuela de la comunidad.
El mismo escenario se presentaba al oeste del estado, específicamente en la comunidad de La Pedrera, de la parroquia Carlos Soublette, donde al menos 10 mujeres observaban como funcionarios de la gobernación limpiaban el cauce del río Curucutí, que el pasado 27 de octubre aumentó repentinamente su cause por precipitaciones que se generaban en las cabeceras de la montaña.
En el lugar las autoridades derrumbaban una casa porque estaba en alto riesgo, pero los vecinos de la comunidad señalaron que la limpieza solo se está haciendo a la altura del puente de La Pedrera, pero no en la parte alta del río.
“Yo vivo en La Pedrera desde toda la vida, he visto como las vaguadas del 89, 99 y 2005 han causado desastres en esta zona del estado. Nosotras siempre estamos alertas cuando llueve, nos preparamos con un bolo y como ya he tenido esas malas experiencia les explico a mis vecinos a donde van a correr en caso de que el río se salga de su cauce”, dijo Belén Rivero de 55 años de edad.
A pesar de las fuertes precipitaciones que cayeron sobre Vargas la tarde del viernes, las zonas no afectadas del estado permanecían en tranquilidad, los negocios estaban abiertos y aunque los balnearios no estaban cerrados, eran muy pocos los bañistas que decidieron visitar el Litoral Central durante este fin de semana de intensas lluvias.