Más familias comen de la basura, más tubérculos conforman la dieta del venezolano y más hogares se separan porque no hay suficientes recursos para mantener a todos los miembros. Esa fue la realidad reflejada en el más reciente estudio de la fundación Cáritas Venezuela, que evaluó el peso y la talla de mil 69 niños menores de 5 años y encuestó a 444 familias entre marzo y abril de este año. El panorama es desolador: los venezolanos viven una crisis alimentaria y humanitaria.

Ya la fundación había adelantado cómo el hambre sigue avanzando de forma implacable en el país. El pasado 24 de mayo, Cáritas alertó que entre octubre de 2016 y abril de 2017 los casos de desnutrición infantil moderada-severa aumentaron de 8,9% a 11,1%, tras un monitoreo realizado en cuatro estados del país: Zulia, Vargas, Distrito Capital y Miranda. La proporción de pequeños con esta delicada condición superó el umbral de alarma contemplado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y ubica al país en rango de crisis humanitaria.

Sin embargo, el reporte de la organización internacional no solo evaluó el impacto del hambre en los más vulnerables; también en las familias de esos niños. La crisis alimentaria ha obligado a los hogares a adoptar estrategias de supervivencia. La más evidente y replicada ha sido cambiar los alimentos que se consumen en casa: 7 de cada 10 hogares reportaron un deterioro en su alimentación.

El consumo de tubérculos aumentó y disminuyó el de carnes, huevos y lácteos, los cuales son vitales para la prevención de la anemia, el crecimiento y el desarrollo infantil, así como para tener embarazos seguros y saludables.

Una de las estrategias más extremas de supervivencia ha sido separar a las familias para poder garantizar una porción para todos. Según el informe, 34% de los hogares han quedado “desmembrados” por enviar a los más vulnerables a alimentarse en otro lugar. Otro 3% reportó recurrir a la mendicidad para hacerse con “el pan de cada día”.

También por primera vez desde que inició el monitoreo -octubre del 2016- los encuestados dijeron haber comido de los desperdicios de mercados comunales: 1 de cada 10 hogares se vio obligado a recurrir a esta medida por el hambre. En esa misma proporción, otro grupo aseguró obtener alimentos a través de trueques o de actividades solidarias en la iglesia de la comunidad.

Son más los adultos que se han tenido que privar para darle prioridad en la mesa a los más pequeños. “En 92% de los hogares que mencionaron que algún miembro de la familia tuvo que dejar de comer, esta persona fue referida como la madre o la abuela“, indica el informe.

La venta de bienes familiares fue otra estrategia de supervivencia que creció para el último reporte. La proporción de familias que se vieron obligadas a tomar esta medida para poder comer incrementó de 46% en febrero 2017 a 51% en abril 2017; es decir, más de la mitad optó por salir de sus enseres. Entre los recursos liquidados figuran los electrodomésticos, especialmente las neveras, lo que indica que la mayoría de las familias no maneja inventarios de alimentos en el hogar.

Niñez con hambre

Los casos de desnutrición aguda severa no son extraordinarios en el Hospital Domingo Luciani, en Caracas. Cada vez son más comunes pero no solo en el centro de salud, sino también en las jornadas de monitoreo de Cáritas Venezuela.

De un total de mil 69 niños evaluados, 122 fueron diagnosticados con desnutrición moderada y severa. Otros 171 pequeños presentaron desnutrición leve, mientras que 288 están “en riesgo” de padecer esta condición.

Cuando la proporción de desnutrición severa llega a 10%, la OMS considera que el país se encuentra en una crisis humanitaria. La entidad con el número de registros más alarmantes fue Zulia, donde se diagnosticaron 12,8% de los casos. Le siguieron Vargas (12,3%) y Miranda (11,8%). Aún el Distrito Capital se encuentra por debajo del umbral de alarma, con una proporción de 7,6%.

El número de casos recogido por Cáritas y promediados en las cuatro entidades supera el 10% decretado por la OMS y se ubica en 11,1%. Especialistas temen que si el Estado no toma acciones, Zulia pueda llegar al siguiente umbral (15%) antes de que finalice el año. Ahí la situación ya no sería una crisis, sino una emergencia humanitaria.

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