La construcción de un nuevo pacto social debe centrarse en un acuerdo básico por la preservación de la vida que priorice la ayuda humanitaria y ponga fin a la inserción de las armas en la vida política y social. Esta fue la conclusión del quinto encuentro de Venezuela Conversa, una iniciativa del movimiento ciudadano Dale Letra.
“En este país todo el mundo cree que lo van a matar, es necesario retomar un acuerdo básico para la preservación de la vida y por el control de las armas de fuego que han penetrado tantos espacios de la vida social y política mediante procesos de justicia que sean respetuosos de los derechos humanos”, expresó la socióloga Verónica Zubillaga.
La investigadora de la Red de Activismo e Investigación por la Convivencia (Reacin) alertó que Venezuela tiene la proporción de niños y adolescentes más elevada de América del Sur víctimas de muertes por armas de fuego.
“Se ha venido instaurando un lenguaje de muerte no solo en el ámbito de la política sino en el ámbito de la seguridad ciudadana cuando se empiezan a justificar las matanzas de una población considerada como desechable, no se respeta el derecho a la vida», manifestó Zubillaga.
La inserción de las armas en la vida política provocó una pluralización de actores armados y esto es un tema muy espinoso, hay zonas como el Cota 905 donde la gente está bajo la gobernanza criminal”, manifestó.
Verónica Zubillaga, sociólogo
En su opinión, más que un pacto, Venezuela requiere de un proceso complejo de acuerdos sociales que va a requerir tiempo y de una convicción básica: la preservación de la paz y la vida para salir del “estancamiento catastrófico” que ha generado la crisis política.
“Las necesidades dan paso a la exigencia de una acción colectiva que puede tener una demanda particular. Mientras más básica es la demanda, más posible es la articulación de posiciones distintas”, manifestó el historiador Alejandro Velasco.
El investigador subrayó la necesidad de desmitificar la palabra “pacto” al despojarla del estigma que muchos le atribuyen.
“En Venezuela, pacto tiene una carga específica que no nos permite ir más allá de la diatriba, inmediatamente la asociamos al Pacto de Punto Fijo de la democracia liberal que surge tras la caída de (Marcos) Pérez Jiménez y la idea de ese tipo de pacto ya implica una serie de desencuentros y cierto rechazo por estar atada a un historial. Pero estamos hablando del pacto como un imperativo social”, argumentó.
El otro problema asociado al concepto de pacto, según el historiador, es el hecho de que se cree que es un mecanismo para eliminar las diferencias cuando es todo lo contrario: “El pacto busca pensar en cuáles son las diferencias profundas, pero más allá de esas diferencias busca cuáles son los puntos comunes”.
Zubillaga destacó la experiencia vivida en el barrio de Catuche, en el centro de Caracas, donde la matanza producto de una guerra declarada entre las bandas de La Quinta y Portillo terminó gracias a un acuerdo de paz que fue promovido por las víctimas.
La socióloga considera que este ejemplo debe ser visto como una metáfora del país por los políticos que han dejado en orfandad a la población.
“Es una metáfora para el país en el sentido de que había dos sectores enemigos históricamente con una acumulación de muertes y matanzas hasta que en un periodo se incrementan y la muerte de un joven hace que su madre decida que no quiere más muerte ni venganza. En este proceso las redes de articulación con distintas organizaciones sociales y políticas como la Iglesia, las universidades y la alcaldía de Caracas hicieron posible el acuerdo de convivencia”, recordó.
Insistió en la necesidad de recuperar la política “como el arte de forjar la mira común en una arena de conflictividad”, pues los actores políticos atraviesan una crisis de legitimidad.
Para Velasco, la base de la justicia transicional, como un mecanismo de resolución de conflictos, es la verdad y el reconocimiento.
“En Venezuela hemos tenido experiencia de actores antagónicos que jamás se sentarían en una mesa a negociar y lo hicieron. En vez de narrar la historia de Venezuela de los últimos 20 años como un conflicto, hay que pensarlo como una historia de experiencias frustradas y ver dónde surgen esas frustraciones. ¿Es posible negociar en la Venezuela de hoy?, no solo es posible sino necesario”, expuso el historiador.
Coincidió en que existe una brecha enorme entre la dirigencia política y la ciudadanía que se profundiza y se extiende. En este sentido, consideró que una forma de unir los extremos y contrarrestar esa desconexión es anteponer la urgencia en materia de COVID-19 e incluso debatir sobre las sanciones contra el diésel que tienen impacto en la vida.
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La construcción de un nuevo pacto social debe centrarse en un acuerdo básico por la preservación de la vida que priorice la ayuda humanitaria y ponga fin a la inserción de las armas en la vida política y social. Esta fue la conclusión del quinto encuentro de Venezuela Conversa, una iniciativa del movimiento ciudadano Dale Letra.
“En este país todo el mundo cree que lo van a matar, es necesario retomar un acuerdo básico para la preservación de la vida y por el control de las armas de fuego que han penetrado tantos espacios de la vida social y política mediante procesos de justicia que sean respetuosos de los derechos humanos”, expresó la socióloga Verónica Zubillaga.
La investigadora de la Red de Activismo e Investigación por la Convivencia (Reacin) alertó que Venezuela tiene la proporción de niños y adolescentes más elevada de América del Sur víctimas de muertes por armas de fuego.
“Se ha venido instaurando un lenguaje de muerte no solo en el ámbito de la política sino en el ámbito de la seguridad ciudadana cuando se empiezan a justificar las matanzas de una población considerada como desechable, no se respeta el derecho a la vida», manifestó Zubillaga.
La inserción de las armas en la vida política provocó una pluralización de actores armados y esto es un tema muy espinoso, hay zonas como el Cota 905 donde la gente está bajo la gobernanza criminal”, manifestó.
Verónica Zubillaga, sociólogo
En su opinión, más que un pacto, Venezuela requiere de un proceso complejo de acuerdos sociales que va a requerir tiempo y de una convicción básica: la preservación de la paz y la vida para salir del “estancamiento catastrófico” que ha generado la crisis política.
“Las necesidades dan paso a la exigencia de una acción colectiva que puede tener una demanda particular. Mientras más básica es la demanda, más posible es la articulación de posiciones distintas”, manifestó el historiador Alejandro Velasco.
El investigador subrayó la necesidad de desmitificar la palabra “pacto” al despojarla del estigma que muchos le atribuyen.
“En Venezuela, pacto tiene una carga específica que no nos permite ir más allá de la diatriba, inmediatamente la asociamos al Pacto de Punto Fijo de la democracia liberal que surge tras la caída de (Marcos) Pérez Jiménez y la idea de ese tipo de pacto ya implica una serie de desencuentros y cierto rechazo por estar atada a un historial. Pero estamos hablando del pacto como un imperativo social”, argumentó.
El otro problema asociado al concepto de pacto, según el historiador, es el hecho de que se cree que es un mecanismo para eliminar las diferencias cuando es todo lo contrario: “El pacto busca pensar en cuáles son las diferencias profundas, pero más allá de esas diferencias busca cuáles son los puntos comunes”.
Zubillaga destacó la experiencia vivida en el barrio de Catuche, en el centro de Caracas, donde la matanza producto de una guerra declarada entre las bandas de La Quinta y Portillo terminó gracias a un acuerdo de paz que fue promovido por las víctimas.
La socióloga considera que este ejemplo debe ser visto como una metáfora del país por los políticos que han dejado en orfandad a la población.
“Es una metáfora para el país en el sentido de que había dos sectores enemigos históricamente con una acumulación de muertes y matanzas hasta que en un periodo se incrementan y la muerte de un joven hace que su madre decida que no quiere más muerte ni venganza. En este proceso las redes de articulación con distintas organizaciones sociales y políticas como la Iglesia, las universidades y la alcaldía de Caracas hicieron posible el acuerdo de convivencia”, recordó.
Insistió en la necesidad de recuperar la política “como el arte de forjar la mira común en una arena de conflictividad”, pues los actores políticos atraviesan una crisis de legitimidad.
Para Velasco, la base de la justicia transicional, como un mecanismo de resolución de conflictos, es la verdad y el reconocimiento.
“En Venezuela hemos tenido experiencia de actores antagónicos que jamás se sentarían en una mesa a negociar y lo hicieron. En vez de narrar la historia de Venezuela de los últimos 20 años como un conflicto, hay que pensarlo como una historia de experiencias frustradas y ver dónde surgen esas frustraciones. ¿Es posible negociar en la Venezuela de hoy?, no solo es posible sino necesario”, expuso el historiador.
Coincidió en que existe una brecha enorme entre la dirigencia política y la ciudadanía que se profundiza y se extiende. En este sentido, consideró que una forma de unir los extremos y contrarrestar esa desconexión es anteponer la urgencia en materia de COVID-19 e incluso debatir sobre las sanciones contra el diésel que tienen impacto en la vida.