Cuando se desbordó el río Neverí a finales de agosto, los habitantes de Barcelona observaron el avance del afluente con una mezcla entre pánico e incertidumbre. Era agua marrón y verde, que arrastraba sedimentos y parecía estar en todos lados.
El último lunes de agosto, frente a la avenida Centurión anegada, Felicia Uriarte decidió tomar a su hijo de cinco meses y trasladarse hasta la casa de su mamá en la avenida Rotaria, lejos de las inundaciones. Aunque eso conllevara dejar atrás los electrodomésticos y muebles que le habían costado tres años de trabajo en una peluquería.
Entre agosto y principios de septiembre, varias avenidas y comunidades de la capital del estado Anzoátegui, al oriente de Venezuela, se inundaron progresivamente bajo una lluvia torrencial que la ciudad no había visto en años.
Las precipitaciones causaron el desbordamiento del río Neverí, que atraviesa el centro de Barcelona hasta desembocar en el mar Caribe en las costas de Maurica. El agua llenó las calles por cinco días. Habitantes de las zonas rurales fueron los más afectados: perdieron desde enseres hasta casas completas. A la fecha se contabilizan dos muertos y más de 2.300 viviendas afectadas.
Cuando Uriarte volvió a la avenida Centurión, supo que ya no tenía nevera, ni lavadora, televisión, colchones o una cuna para el bebé. «No lo perdí todo, pero si me quedé con muy poquito. Ahora cada vez que llueve me da tanto miedo. Dejé al niño con mi mamá, por si acaso vuelve a subir el río», explicó a Efecto Cocuyo el 8 de septiembre.
Felicia aseguró que Protección Civil le prestó ayuda cuando el agua comenzó a invadir las propiedades. Pero que ahora se ha quedado sola frente a un montón de trastos dañados.
«Esto no es un problema solo de las lluvias. Si aquí le hicieran mantenimiento a las calles, esto no estaría tan mal. Tengo amigos que me dijeron que el agua les llegaba hasta la cintura y que perdieron viviendas y carros. Al final, ¿quién se encarga de cubrir los daños de uno?», comentó.
Según reseñó El Pitazo, para el 2 de septiembre habían al menos 540 damnificados en Barcelona, en refugios como el comedor popular de Boyacá III y en el gimnasio vertical Las Casitas.
#EnEsteMomento
Desde centro de refugio gimnasio vertical las casitas Barcelona Edo Anzoátegui la clase obrera Petrolera en solidaridad con su pueblo prepara alimento para el aporte. @luismarcanos @cpttpdvsaro @corpoanz_ @TareckPSUV pic.twitter.com/Ce0VLryh3g— Federación Bolivariana Socialista de Trabajadores (@FBSTAnzoategui) September 7, 2021
Estos son gestionados por grupos de ayuda del Estado. No obstante, no hay pronunciamientos recientes sobre las medidas futuras que se tomarán para atender a las personas que perdieron por completo sus hogares en medio de la emergencia de las lluvias.
También en Anzoátegui, pero en el municipio Simón Bolívar, Yaritza Farías duerme en una habitación sobre su casa inundada de petróleo. La propiedad queda en la calle principal de la parroquia Naricual frente a la única plaza del lugar y a una estación de petróleo de Pdvsa.
El sábado 4 de septiembre, poco después del mediodía, la quebrada del casco central se desbordó por las fuertes lluvias y comenzó a entrar en las casas de la localidad.
«Yo corrí. Me llevé a los niños con mi hermana. Me dije que tenía que sacar a mi familia y lo demás que se pierda. Y, efectivamente, perdí todo. No tengo ni un par de zapatos», contó la comerciante de 42 años a Efecto Cocuyo.
Un derrame de petróleo comenzó a extenderse con el agua dentro de las viviendas. Se adhirió a frisos y suelos con rapidez. Así que, cuando Farías volvió atrás, se encontró con lagunas ennegrecidas en su sala y cocina que intentó limpiar sin éxito.
«Esto está completamente contaminado. Hay más de ocho centímetros de petróleo en los cuartos de abajo. Lo perdí todo. Estoy prácticamente damnificada», expresó. También aseguró haber realizado la denuncia, pero para este miércoles ningún ente gubernamental ha atendido sus quejas.
En la casa vivían tres familias. En total, había ocho niños. Todos tuvieron que desalojar el hogar y ahora se quedan con la suegra de Farías, excepto Yaritza. Ella se niega a dejar el sitio. Duerme en la única habitación que queda en pie, en la parte superior de la vivienda. Dice que se queda porque espera que alguien venga a resolver el problema. Sin embargo, se siente cada día más enferma por estar en ese ambiente.
«A mí la garganta me pica, también la nariz. Anoche tuve fiebre. Por eso saqué a los niños. El menor tiene dos semanas. ¿Te lo imaginas aquí? El petróleo le va a comer los pulmoncitos», expresó.
A 252 kilómetros de Anzoátegui, en Bolívar también son visibles las consecuencias del clima. Según la Federación Internacional de Sociedades de la Cruz Roja, hasta ahora hay 2.198 familias afectadas por la crecida de los ríos Orinoco, Caroní, La Paragua, Aro y Cuyuní en agosto.
En el municipio Caroní hay nueve centros colectivos equipados para atender a un estimado de 2.000 personas, con voluntarios de organizaciones humanitarias. Se cuentan 417 damnificados solo en la parroquia Pozo Verde. Así mismo, la Federación alerta que se puede producir un aumento del riesgo de enfermedades por el agua estancada que todavía permanece en algunas zonas.
✊En el marco del Plan de Atención a las familias mineras afectadas por las lluvias y las crecidas de los ríos el Motor Minero a través de la Misión Piar se mantiene desplegado entregando insumos y medicamentos a las y los afectadas del Edo – Bolívar@WilliamSerantes#VacúnateYa pic.twitter.com/hcQWZQgI9Q
— Misión Piar (@MisionPiar_VZLA) September 8, 2021
La gobernación afirma que se ha mantenido atendiendo a las comunidades perjudicadas. Justo Noguera, gobernador de Bolívar, aseguró en el canal del Estado que intentan prevenir un brote de paludismo en las áreas cercanas al Esequibo. No obstante, desde San Félix hasta el sector El Dique existen comunidades enteras azotadas por la enfermedad al 8 de septiembre.
Según pudo constatar un equipo de Fe y Alegría que se trasladó a Pozo Verde, hay seis sectores completamente incomunicados con el resto de la entidad, debido al derrumbe del puente Sierra Caroní ocurrido a mediados de agosto.
Fotos: Samir Aponte
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