Minutos antes de la una de la tarde, ya se congregaban decenas venezolanos en las escalinatas laterales de la Catedral de San Patricio. Se dirigían a la concentración en apoyo a la Toma de Caracas que tendría lugar al cruzar la calle, en el Consulado General de Venezuela en Nueva York.
Vestidos de blanco y portando banderas, pancartas, gorras tricolores y otros símbolos, el grupo se aglutinaba para con sus teléfonos celulares oír las palabras del secretario Ejecutivo de la Mesa de la Unidad, Jesús “Chúo” Torrealba que se dirigía a la marea humana que cubría Caracas. Las reacciones iban desde la exaltación disimulada hasta los gritos de consignas que opacaban el volumen de las transmisiones simultáneas vía Periscope.
La cita era a las 2:30 p.m., los grupos SOS Venezuela NY y Centro Cívico Venezolano habían convocado durante semanas al evento vía redes sociales. Tal vez la advertencia de lluvia del cielo neoyorquino o la afanosa premura de los asistentes hizo que la concentración tomara fuerza poco antes de las dos de la tarde.
Entre quienes confesaban haberse escapado del trabajo o de clases y quienes venían de estados vecinos como Connecticut o Nueva Jersey se encontraban venezolanos con décadas en EEUU y otros que recién se sumaban al éxodo criollo.
A minutos de haber entonado el himno nacional, la garúa intermitente se convertía en una lluvia que arreció durante gran parte de la jornada. Poco importó el embate natural: conforme pasaban los minutos la cantidad de personas que ya había colmado la calle adyacente a la catedral se extendía y ocupaba el frente del Consulado y el de los edificios aledaños.
Los venezolanos coreaban consignas exigiendo libertad, democracia, la apertura del REP y referendo mientras camarógrafos, fotorreporteros y corresponsales de prensa guardaban registro.
Las pancartas hablaban de referendo revocatorio y de crisis: humanitaria, política y económica. Pancartas en inglés y español, muchas con caricaturas y fotos de la realidad venezolana hacían más pedagógico para los transeúntes el ejercicio de entender lo que sucedía. Expresiones de sorpresa y apoyo se manifestaban entre quienes caminaban con asombro entre la 5ta. Avenida y Madison.
El Departamento de Policía de la ciudad advertía a los presentes la necesidad de conservar un espacio en la acera para permitir el paso peatonal, pero sus esfuerzos fueron en vano. Al ver el desborde de venezolanos en ambos lados de la calle, los oficiales ofrecieron escoltar a las más de trescientas personas que marchaban hacia Times Square. Era la propuesta que podían hacer para mantener el orden en una de las avenidas más transitadas de la ciudad.
Tras el anuncio, las autoridades detuvieron el tráfico y permitieron a los manifestantes circular ocupando toda la calle desde la 5ta. hasta la 7ma. Avenida que los conduciría al nuevo sitio de la concentración. Miradas atónitas observaban la marcha y durante el trayecto resonaban en la Gran Manzana gritos bilingües al son de «¿Quiénes somos? ¡Venezuela! ¿Qué queremos? ¡Libertad!».
Ya en la plaza Duffy de Times Square y entre los turistas que se acercaban continuó llegando más prensa y más venezolanos. La jornada sirvió para unir a la comunidad en un espíritu de lucha y confraternidad.
Hacía las cinco de la tarde y con caras de satisfacción se retiraban en grupos quienes confesaban alivio al no haber reportes de violencia generalizada. Decían sentirse orgullosos de haber respondido al llamado histórico de su país.
La Toma de Caracas no sólo logró unir a los venezolanos en la capital. Lo hizo en otras fronteras y fortaleció el ánimo de quienes a pesar de saberse lejos se aferran a un instrumento legítimo y constitucional para generar los cambios que les permitan volver a su tierra.
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Minutos antes de la una de la tarde, ya se congregaban decenas venezolanos en las escalinatas laterales de la Catedral de San Patricio. Se dirigían a la concentración en apoyo a la Toma de Caracas que tendría lugar al cruzar la calle, en el Consulado General de Venezuela en Nueva York.
Vestidos de blanco y portando banderas, pancartas, gorras tricolores y otros símbolos, el grupo se aglutinaba para con sus teléfonos celulares oír las palabras del secretario Ejecutivo de la Mesa de la Unidad, Jesús “Chúo” Torrealba que se dirigía a la marea humana que cubría Caracas. Las reacciones iban desde la exaltación disimulada hasta los gritos de consignas que opacaban el volumen de las transmisiones simultáneas vía Periscope.
La cita era a las 2:30 p.m., los grupos SOS Venezuela NY y Centro Cívico Venezolano habían convocado durante semanas al evento vía redes sociales. Tal vez la advertencia de lluvia del cielo neoyorquino o la afanosa premura de los asistentes hizo que la concentración tomara fuerza poco antes de las dos de la tarde.
Entre quienes confesaban haberse escapado del trabajo o de clases y quienes venían de estados vecinos como Connecticut o Nueva Jersey se encontraban venezolanos con décadas en EEUU y otros que recién se sumaban al éxodo criollo.
A minutos de haber entonado el himno nacional, la garúa intermitente se convertía en una lluvia que arreció durante gran parte de la jornada. Poco importó el embate natural: conforme pasaban los minutos la cantidad de personas que ya había colmado la calle adyacente a la catedral se extendía y ocupaba el frente del Consulado y el de los edificios aledaños.
Los venezolanos coreaban consignas exigiendo libertad, democracia, la apertura del REP y referendo mientras camarógrafos, fotorreporteros y corresponsales de prensa guardaban registro.
Las pancartas hablaban de referendo revocatorio y de crisis: humanitaria, política y económica. Pancartas en inglés y español, muchas con caricaturas y fotos de la realidad venezolana hacían más pedagógico para los transeúntes el ejercicio de entender lo que sucedía. Expresiones de sorpresa y apoyo se manifestaban entre quienes caminaban con asombro entre la 5ta. Avenida y Madison.
El Departamento de Policía de la ciudad advertía a los presentes la necesidad de conservar un espacio en la acera para permitir el paso peatonal, pero sus esfuerzos fueron en vano. Al ver el desborde de venezolanos en ambos lados de la calle, los oficiales ofrecieron escoltar a las más de trescientas personas que marchaban hacia Times Square. Era la propuesta que podían hacer para mantener el orden en una de las avenidas más transitadas de la ciudad.
Tras el anuncio, las autoridades detuvieron el tráfico y permitieron a los manifestantes circular ocupando toda la calle desde la 5ta. hasta la 7ma. Avenida que los conduciría al nuevo sitio de la concentración. Miradas atónitas observaban la marcha y durante el trayecto resonaban en la Gran Manzana gritos bilingües al son de «¿Quiénes somos? ¡Venezuela! ¿Qué queremos? ¡Libertad!».
Ya en la plaza Duffy de Times Square y entre los turistas que se acercaban continuó llegando más prensa y más venezolanos. La jornada sirvió para unir a la comunidad en un espíritu de lucha y confraternidad.
Hacía las cinco de la tarde y con caras de satisfacción se retiraban en grupos quienes confesaban alivio al no haber reportes de violencia generalizada. Decían sentirse orgullosos de haber respondido al llamado histórico de su país.
La Toma de Caracas no sólo logró unir a los venezolanos en la capital. Lo hizo en otras fronteras y fortaleció el ánimo de quienes a pesar de saberse lejos se aferran a un instrumento legítimo y constitucional para generar los cambios que les permitan volver a su tierra.