A 400 años de la muerte de Miguel de Cervantes Saavedra, las páginas de la obra más importante del castellano aún siguen siendo leídas. La aventura de caballería que empezó en algún lugar de La Mancha picó y se extendió a todo el mundo más de cuatro siglos después de la publicación de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, incluyendo Caracas.
Efecto Cocuyo reunió a cinco jóvenes venezolanos, tres de ellos con condiciones especiales, para leer la novela que marcaría un antes y un después en la literatura universal. Desde la salida de su patria, hasta la lucha con los molinos de viento y los constantes encantamientos que sufrió Alonso Quijano en su locura contagiosa, los fragmentos del Quijote siguen más vigentes que nunca.
Cuatro siglos de encantamientos
Para Pedro Luis Márquez, un cervantino empedernido la historia de caballería no tiene fecha de caducidad. Médico internista y licenciado en Filosofía, recomienda a sus pacientes leer El Quijote para tratar la melancolía y a sus aprendices en el Hospital Militar, leer la obra completa. «De todos los médicos a los que les he dicho que se lean la novela, solo uno me ha hecho caso», comenta entre risas.
A los 16 años leyó por primera vez la obra de Cervantes; y desde hace 34 años, las aventuras del ingenioso hidalgo se han convertido en el último libro que lee: todos los primeros de diciembre tiene la tradición de releer el primer o segundo tomo, según sea el caso. «Cuando leo el segundo me pongo triste porque se muere, y tengo que esperar un año para volverme a reír con el primero», cuenta.
Al igual que El Quijote, Pedro Luis está encantado y si tuviese que editar el libro hoy en día, lo haría sin dudarlo dos veces. «En el Quijote la ficción vence a la realidad«, apunta, «y el alcance de su obra ha permitido que sea una de esas figuras de ficción que uno conoce incluso antes de leer».
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Efecto Cocuyo reunió a cinco jóvenes venezolanos, tres de ellos con condiciones especiales, para leer la novela que marcaría un antes y un después en la literatura universal. Desde la salida de su patria, hasta la lucha con los molinos de viento y los constantes encantamientos que sufrió Alonso Quijano en su locura contagiosa, los fragmentos del Quijote siguen más vigentes que nunca.
Cuatro siglos de encantamientos
Para Pedro Luis Márquez, un cervantino empedernido la historia de caballería no tiene fecha de caducidad. Médico internista y licenciado en Filosofía, recomienda a sus pacientes leer El Quijote para tratar la melancolía y a sus aprendices en el Hospital Militar, leer la obra completa. «De todos los médicos a los que les he dicho que se lean la novela, solo uno me ha hecho caso», comenta entre risas.
A los 16 años leyó por primera vez la obra de Cervantes; y desde hace 34 años, las aventuras del ingenioso hidalgo se han convertido en el último libro que lee: todos los primeros de diciembre tiene la tradición de releer el primer o segundo tomo, según sea el caso. «Cuando leo el segundo me pongo triste porque se muere, y tengo que esperar un año para volverme a reír con el primero», cuenta.
Al igual que El Quijote, Pedro Luis está encantado y si tuviese que editar el libro hoy en día, lo haría sin dudarlo dos veces. «En el Quijote la ficción vence a la realidad«, apunta, «y el alcance de su obra ha permitido que sea una de esas figuras de ficción que uno conoce incluso antes de leer».