Miles de venezolanos cruzan la frontera todos los días

“¡Acetaminofén a 500!”, “¡Se compra cabello, se compra cabello!”. Desde las 6:00 am comienza el ajetreo en los extremos del Puente Internacional Simón Bolívar, que une la frontera de Colombia -por el departamento Norte de Santander- con la de Venezuela, por el estado Táchira. Esta infraestructura es testigo de cómo diariamente lo cruza un nutrido grupo de venezolanos para ir al país vecino en busca de alimentos, medicinas, ingresos informales o para emigrar a otras tierras.

En San Antonio del Táchira, población venezolana más cercana al puente, reina el caos. Los comerciantes informales se encuentran en cada esquina; los productos de la canasta básica venezolana allí no escasean, pero si están a sobreprecio. “Yo prefiero cruzar semanalmente la frontera para poder hacer mercado, porque en San Cristóbal (capital de Táchira) todo está muy caro”, contó una señora que caminaba con su maleta vacía hacia Cúcuta.

“Aquí no hay Gobierno”, fue la frase con la que inició conversación un taxista en el pueblo fronterizo, en alusión al deterioro de la calidad de vida en Venezuela desde que la revolución bolivariana asumió el poder hace 20 años. El señor buscaba dónde estacionar su vehículo, pero estacionamiento no había; la vía pública es utilizada como parqueadero y por ello deben pagar entre 4 mil y 5 mil pesos colombianos (dos dólares americanos) a una persona que “controla” la calle, porque desde hace mucho tiempo en San Antoniono se acepta el Bolívar Soberano“.

No todo el que cruza el puente regresa

La tensión se siente cuando se empieza a cruzar el puente del lado venezolano. Al menos cuatro puestos de control de la Guardia Nacional Bolivariana (GNB) observan como cámaras de seguridad el ingreso de las personas; si tienes una maleta “grande”, eres retenido inmediatamente. “¿Qué lleva usted allí?”, preguntan los oficiales. Según ellos están alertas tras el incremento del supuesto contrabando de “material estratégico“.

“De esa esquina para allá, puedes sacar tu celular tranquilamente”, recomendó un señor. Aunque hay que estar atento por la cantidad de personas que viene y va, en algunos sectores de San Antonio, Cúcuta y sobre el puente robar a alguien se puede pagar con la vida y los ciudadanos que hacen vida en la zona lo tienen claro.  “Esa es la ley de los ‘paracos‘, si robas ya sabes donde terminas”, recalca.

Tras pasar los puntos de control del lado venezolano bajan las tensiones, el miedo. En el módulo de Migración Colombia, los funcionarios reciben a los venezolanos con esta frase: “por favor, su Tarjeta de Movilidad Fronteriza (TMF) y su cédula de identidad”, escanean el código QR y permiten el ingreso, sin muchos protocolos. A quienes tienen pasaporte, les indican que deben sellarlo en la oficina ubicada luego del puente.

Maduro vete ya“, gritan algunos de los recién llegados a las cámara de los medios de comunicación que se instalaron en Cúcuta tras la llegada de ayuda humanitaria.

El trabajo en la frontera

“Bus para Bogotá, Bus Para Medellín, Bus para Ecuador“, con acento venezolano perfectamente identificable se escuchan los gritos de varios muchachos que se dedican a trabajar como “cargadores“. Estos hombres se encargan de llenar los autobuses que van a otros departamentos colombianos y otros países suramericanos. “Tengo tres meses aquí, ha sido muy difícil y hago esto para reunir e irme a Bogotá”, contó un joven venezolano.

“Mira pana, vamos a comprarte esos dreadlocks“, le dice un vendedor a nuestro reportero gráfico. “Te doy 400 mil pesos por todo eso, nosotros mismos te lo desenredamos y te lo llevamos a cortar”, insiste pese a la negativa que recibe.

Este es un tipo de negocio que abunda en el paso fronterizo, una vez que se cruza a Colombia y si se tiene el cabello largo, ofrecerán dinero por él. “Eso lo utilizamos para hacer extensiones o pelucas. Ayer pude comprar varios, pero hoy ha sido difícil”, aseguró una vendedora la tarde de este domingo 10 de febrero.

La mayoría de los venezolanos que cruzan la frontera son oriundos de San Cristóbal y San Antonio. Aseguran que lo hacen para abastecerse en los supermercado de La Parada, el corregimiento que está justo al pasar el puente, y en Cúcuta. Hay quienes van cada fin de semana y otros cada 15 días; lo cierto es que caminan por la frontera para comprar desde un pan canilla o un cartón de huevos hasta cajas de refresco, pasta, arroz y otros alimentos.

“Yo prefiero venir a comprar acá; en San Antonio lo que se consigue está muy caro y aquí hay más variedad”, dijo Eliana Rojas mientras cruzaba a Colombia. Después de pasar hay más de 100 puestos de vendedores ambulantes, entre venezolanos y colombianos. Casas de cambio, restaurantes, puestos de sopas, de llamadas y más de 50 vehículos que trabajan diariamente como taxis, para trasladar a los migrantes o a las casi 40 mil personas que cruzan la zona limítrofe de forma constante, según nos dijo un funcionario de migración que no quiso revelar su nombre.

A pesar del clima de tensión entre los dos países por la llegada de la ayuda internacional a Colombia, las personas cuentan que la dinámica comercial no ha cambiado. Por el Puente Internacional Simón Bolívar siguen cruzando miles de venezolanos diariamente para comprar lo que a menos de medio kilómetro no hay o está mucho más caro.

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Fotos: Iván Reyes

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