Más de la mitad de los caraqueños considera que lo que está comiendo no satisface su apetito. El 61%, para ser exactos. El 31% deja de hacer al menos una comida del día porque no puede adquirir alimentos para más. En el 67% de los hogares no hay suficiente comida para todos los miembros todos los días.

Todas estas cifras salen de una medición realizada por la ONG Cecodap, que se encargó de medir los efectos de la crisis económica y política en niños, niñas y adolescentes en 1.099 hogares del Área Metropolitana de Caracas, de todos los estratos sociales.

En 1.077 de los hogares (97.7% del total) cambió la manera de alimentarse durante 2016: disminuyó el consumo de refrescos, bebidas instantáneas, chucherías y leguminosas. En el total de los hogares los alimentos más comunes fueron el plátano, las verduras y preparaciones con harina, mientras que cada día disminuía más la cantidad de fuentes de proteína animal. En vez de comer pollo o carnes rojas o blancas, comen quesos y huevos, por ser más económicos.

El carecer de comida para su día a día es un motivo de preocupación en gran parte de esos hogares. 105 niños (as) y 113 adolescentes de los entrevistados admitieron que el hecho de que su familia se quede sin alimentos es una preocupación constante para ellos.

Además de preocuparse por eso, extrañar comidas que antes recibían a menudo ahora ocupa sus mentes. Los cereales fueron mencionados 53 veces como la comida que más añoraban, mientras que las frutas 46, el arroz 41, la pasta 40, la carne de res 31, las caraotas 29, el pescado 24, la leche y la manzana 23 y las ensaladas 13.

Carla Serrano, miembro de la Red por los Derechos Humanos de los Niños, Niñas y Adolescentes, explicó que durante la realización del informe les participaron de situaciones en las que los niños se han desmayado en las escuelas por no haber comido el día anterior en casa, así como de niños que dejan de ir al colegio por no tener comida.

Y aunque la práctica de que la única comida que hagan al día sea una hecha en la escuela se está volviendo común, entre los encuestados solo 92 niños eran beneficiaros de un programa alimentario escolar. 58 lo habían sido, pero el programa dejó de funcionar en sus escuelas.

Según indicó Serrano, la precariedad de la distribución de alimentos en el país se evidencia no solo por la escasez en los centros de abastecimiento, sino también por el precario ingreso percibido por padres y familiares.

“No existen políticas públicas para el acceso a los alimentos que aseguren la nutrición adecuada y suficiente de los niños, niñas y adolescentes. La única opción que queda a las familias es la de acudir a los establecimientos comerciales en los que se hacen largas colas en las que después de muchas horas de permanencia, pueden adquirir uno o dos alimentos cada semana”.

Entre las normativas del Gobierno para la distribución de alimentos está la prohibición de venta a niños, niñas y adolescentes, lo que a su vez los imposibilita aún más alimentarse. “Los adolescentes participantes reclaman como un derecho la posibilidad de comprar comida por sí mismos (…) para apoyar a sus padres a quienes les descuentan el pago del día de trabajo si acuden ese día a comprar”.

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