Atención psicológica es urgente para heridos de Caño de Los Becerros #ExplosiónMonagas (3)

LA HUMANIDAD · 18 FEBRERO, 2021 10:58

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Efecto Cocuyo | @efectococuyo


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José no duerme bien. Mientras estuvo en terapia intensiva por las quemaduras en 80 % de su cuerpo, producto de la explosión de 168 bombonas de gas doméstico en la comunidad de Caño de Los Becerros al norte de Monagas, varias veces se despertaba con pesadillas, gritaba y pedía ayuda, además pensaba que su mamá y su hermana se estaban quemando de nuevo.

El joven agricultor, de 25 años de edad, se recupera ahora en su vivienda, junto a su esposa, su hijo de un año de nacido, su mamá y su hermana. Estas dos últimas también sufrieron quemaduras y están convalecientes en la localidad de la parroquia Chaguaramal en el municipio Piar, en el oriente de Venezuela.

En la casa de la señora Marleni Hidalgo, donde su hija Betsimar Meneses, de 13 años, sufrió quemaduras de segundo grado en las piernas y su brazo derecho, no cocinan con gas doméstico en esta pequeña comunidad rural donde habitan unas 226 familias, todas afectadas directa o indirectamente por la tragedia que los sacudió la tarde del 28 de diciembre del año pasado.

A pesar de que después de la explosion, la Gobernación de Monagas llevó el 31 de diciembre nuevas bombonas, son pocas las personas que se atreven a usar los cilindros.

La señora Hidalgo es una de las pocas que lo hizo, pero ahora prefiere usar leña y cocinar en un fogón que se encuentra a la entrada de su vivienda, en la calle principal del caserío.

En Caño de Los Becerros es urgente la atención psicológica #ExplosiónMonagas
En la comunidad prefieren ahora cocinar con leña

Dolor por la pérdida y la explosión

En Caño de Los Becerros sus habitantes viven un duelo. Por la explosión 45 personas resultaron heridas. Nueve de ellas murieron; entre las víctimas están los hermanos Emily (13) y Genderson Leonett (9), Xavielis Gil (5) y Meivis Chacón (17). Los otros cinco eran adultos: Laura Figuera (28), Juan Ramos (72), Magloris Ramos (62), Ángel Hernández (67) y Rutselis Leonett (34), tía de los dos hermanos que fallecieron.

La comunidad de vocación agrícola se enfrenta al luto y la pérdida, pero también a la deficiencia de los servicios básicos. El servicio de agua potable es precario, llega dos veces a la semana y el domingo 7 de febrero, cuando Efecto Cocuyo visitó la zona, sus habitantes dijeron que los camiones cisternas tenían dos semanas sin llevar agua.

Ese día duraron 18 horas sin servicio eléctrico por un apagón, que además de dejarlos sin electricidad los incomunicó con el resto del mundo. Para llegar al lugar desde Maturín, capital de Monagas, se hace un recorrido de una hora por la troncal 13, la carretera nacional que comunica a esta entidad oriental con el estado Sucre.

Tienen estrés postraumático

Franklin Gil tiene 40 años y es uno de los quemados que sobrevivió a la explosión. «Soy agricultor, pero no he podido trabajar. Ahora debo esperar tres o cuatro meses para volver a mis tierras. Aquí las medicinas han corrido por nuestra cuenta, he gastado como 100 dólares. Me mandaron vitamina E, complejo B y crema furfuril para las quemaduras. Lo que hemos conseguido ha sido por donaciones».

Pero no solo es la pérdida material o el peligro de no tener sustento lo que padece Gil. «A veces me vienen imágenes a la mente cuando estoy durmiendo. Es como revivir lo que pasó. Aquí trajeron unas bombonas, pero la gente no quiere saber nada de eso», dice el hombre que resultó con quemaduras de segundo grado en las piernas.

La psicóloga Siboney Pérez, miembro de la directiva de Psicólogos Sin Fronteras Venezuela y del equipo terapéutico de la organización, dice que los habitantes de Caño de Los Becerros experimentan estrés postraumático tras la explosión.

Las pesadillas de José Díaz, las imágenes que experimenta cuando duerme Franklin Rondón o el miedo a cocinar con gas doméstico de muchos de los sobrevivientes, son algunos de los síntomas que manifiestan los afectados, pero también sus vecinos, testigos del «horror» que vivieron.

«Todo esto es estrés postraumático, la persona tiene sensaciones de desapego, siente que se aleja de los demás, no puede conciliar el sueño, hay respuestas de sobresalto y todo esto es natural frente a semejante acontecimiento», señala en entrevista telefónica con Efecto Cocuyo.

A su juicio, no basta con que las autoridades gubernamentales lleven equipos para revertir los daños materiales a la zona. Enseguida que ocurrió la tragedia, debieron asistir psicológicamente a los afectados en la comunidad. Hasta el 7 de febrero ninguna persona en Caño de Los Becerros había recibido este tipo de atención.

«Es importante la búsqueda de ayuda, estos síntomas pueden aparecer a los pocos días, al poco tiempo del hecho, a las semanas; pero también puede ocurrir pasado cierto tiempo y pueden ocasionar malestares clínicos y significativos desde el punto de vista social y laboral», resalta.

Pérez advierte que la pérdida de familiares directos (hijos, hijas, padres, madres o hermanas) puede provocar depresión profunda en los sobrevivientes.

En Caño de Los Becerros es urgente la atención psicológica #ExplosiónMonagas
No solo asistencia médica y social necesitan en Caño de Los Becerros

Nadie quiere usar gas doméstico

Crismar Zapata, de 36 años, se quemó las piernas, los brazos, el rostro y el pecho en la explosión. Estuvo casi un mes recluida en el hospital Manuel Núñez Tovar de Maturín. La ingresaron el 28 de diciembre y le dieron el alta médica el 18 de enero.

Dice que la atención recibida no estuvo a la altura. «Teníamos que estar detrás de las enfermeras para que nos suministraran los medicamentos. Lo que nosotros vivimos fue un terror, algo desastrozo. Aún cuando cierro los ojos veo de nuevo la explosión, lo que vivimos ese día. Ahora no puedo hacer nada, soy ama de casa y tengo cuatro hijos».

Ante la falta de agua por la red de tuberías, muchos optan por ir al río Aragua, en la entrada de la comunidad. Esa agua deben hervirla y después filtrarla para bañar a los enfermos.

«Tenemos terror de recibir el gas», insiste Zapata desde el porche de su vivienda.

Otros síntomas que los sobrevivientes de la tragedia de Caño de Los Becerros pueden experimentar, explica Pérez, son taquicardia, trastornos de sueño, dolores de cabeza, alucinaciones, cambios de temperatura corporal, entre otros.

Alerta que este tipo de síntomas incide en el sistema inmunológico de los quemados y puede causar más daño en su salud ya expuesta a las quemaduras. «Si estos síntomas se agravan perjudica más la salud, afecta el sistema inmune por el estrés postraumático. Todo eso es perjudicial para ellos».

La señora Graciela Gil, de 66 años, se encuentra en cama con quemaduras de segundo grado en piernas, brazos y glúteos. Además en esta última zona tiene una escara. Después de que la dieron de alta le dijo a sus hijos que se deshicieran de los cilindros.

«No quiero más gas en mi casa. Le dije a mis hijos que vendieran esas bombonas, aquí no las quiero», subrayó.

Amenazas de llevarlos presos

Ángel Hernández falleció el 22 de enero en el hospital de Maturín. Es una de las víctimas de la explosión. Estuvo en el centro asistencial durante cinco días y después otros 11 en una clínica privada de la capital monaguense.

«A mi papá lo regresaron el 12 de enero al hospital Manuel Núñez Tovar. Lo sacaron de allí porque lo debían dializar. Dejó de funcionarle un riñón y tenía dificultades para respirar. Estuvo varios días en terapia intensiva, pero murió el 22 de enero», contó su hija Yosianny Hernández.

Al dolor que enfrentaron por la muerte de familiares y las quemaduras, a los habitantes de Caño de Los Becerros funcionarios policiales los amenazaron en el hospital de Maturín. Les dijeron que irían presos si seguían publicando videos en redes sociales sobre la falta de atención médica.

Asistencia económica

Marcial Zapata, de 50 años, se quemó brazos, piernas y rostro. Hasta principios de febrero la ayuda prometida no había llegado a la comunidad. «Tengo que estar dos meses de reposo y no puedo trabajar. Debo estar sin exposición al sol durante todo ese tiempo». Solicita asistencia económica, medicinas y hasta un ventilador.

La mayoría de los quemados no tienen los medios para comprar ni siquiera un electrodoméstico de esta naturaleza. Cuando las temperaturas son altas y se quedan sin electricidad, en Caño de Los Becerros los familiares deben servir de especie de ventilador. Con cartones refrescan la piel de los heridos.

Belkis Ramos, de 62 años, recibe la ayuda de sus hijos. Una de ellas le compra las medicinas que necesita para recuperarse de las quemaduras de segundo grado en piernas y el brazo izquierdo.

Es una de las pocas personas que en Caño de Los Becerros tiene cocina eléctrica. Pero cuando se va la luz «colocamos palos de leña y cocinamos con un fogón en el patio. Ya no sabemos cómo cocinar. Aquí le tenemos temor al gas después de que vivimos esa explosión».

Atención psicológica urgente

Siboney Pérez insiste en que toda la comunidad necesita con urgencia asistencia psicológica, porque además de las lesiones viven en un estado de indefensión y ausencia del Estado.

«Esta gente entra también psicológica y emocionalmente en un estado de completa indefensión, desesperanza y abandono. Ellos necesitan con urgencia atención psicológica, que se sientan apreciados, sostenidos, valorados. Donde haya contención y puedan tener apoyo».

Agrega que esas personas sin ayuda profesional no podrán salir de ese temor que les da usar una bombona de gas doméstico. Los invitó a crear redes de ayuda entre ellos, que puedan hablar, conversar y darse ánimos, recibir apoyo del resto de los miembros de la comunidad, sin olvidar la pronta asistencia profesional.

Psicólogos Sin Fronteras puso a disposición los números telefónicos 0424-2925604 y 0412-5507600, donde brindan asistencia gratuita en casos como este.

LA HUMANIDAD · 18 FEBRERO, 2021

Atención psicológica es urgente para heridos de Caño de Los Becerros #ExplosiónMonagas (3)

Texto por Efecto Cocuyo | @efectococuyo

José no duerme bien. Mientras estuvo en terapia intensiva por las quemaduras en 80 % de su cuerpo, producto de la explosión de 168 bombonas de gas doméstico en la comunidad de Caño de Los Becerros al norte de Monagas, varias veces se despertaba con pesadillas, gritaba y pedía ayuda, además pensaba que su mamá y su hermana se estaban quemando de nuevo.

El joven agricultor, de 25 años de edad, se recupera ahora en su vivienda, junto a su esposa, su hijo de un año de nacido, su mamá y su hermana. Estas dos últimas también sufrieron quemaduras y están convalecientes en la localidad de la parroquia Chaguaramal en el municipio Piar, en el oriente de Venezuela.

En la casa de la señora Marleni Hidalgo, donde su hija Betsimar Meneses, de 13 años, sufrió quemaduras de segundo grado en las piernas y su brazo derecho, no cocinan con gas doméstico en esta pequeña comunidad rural donde habitan unas 226 familias, todas afectadas directa o indirectamente por la tragedia que los sacudió la tarde del 28 de diciembre del año pasado.

A pesar de que después de la explosion, la Gobernación de Monagas llevó el 31 de diciembre nuevas bombonas, son pocas las personas que se atreven a usar los cilindros.

La señora Hidalgo es una de las pocas que lo hizo, pero ahora prefiere usar leña y cocinar en un fogón que se encuentra a la entrada de su vivienda, en la calle principal del caserío.

En Caño de Los Becerros es urgente la atención psicológica #ExplosiónMonagas
En la comunidad prefieren ahora cocinar con leña

Dolor por la pérdida y la explosión

En Caño de Los Becerros sus habitantes viven un duelo. Por la explosión 45 personas resultaron heridas. Nueve de ellas murieron; entre las víctimas están los hermanos Emily (13) y Genderson Leonett (9), Xavielis Gil (5) y Meivis Chacón (17). Los otros cinco eran adultos: Laura Figuera (28), Juan Ramos (72), Magloris Ramos (62), Ángel Hernández (67) y Rutselis Leonett (34), tía de los dos hermanos que fallecieron.

La comunidad de vocación agrícola se enfrenta al luto y la pérdida, pero también a la deficiencia de los servicios básicos. El servicio de agua potable es precario, llega dos veces a la semana y el domingo 7 de febrero, cuando Efecto Cocuyo visitó la zona, sus habitantes dijeron que los camiones cisternas tenían dos semanas sin llevar agua.

Ese día duraron 18 horas sin servicio eléctrico por un apagón, que además de dejarlos sin electricidad los incomunicó con el resto del mundo. Para llegar al lugar desde Maturín, capital de Monagas, se hace un recorrido de una hora por la troncal 13, la carretera nacional que comunica a esta entidad oriental con el estado Sucre.

Tienen estrés postraumático

Franklin Gil tiene 40 años y es uno de los quemados que sobrevivió a la explosión. «Soy agricultor, pero no he podido trabajar. Ahora debo esperar tres o cuatro meses para volver a mis tierras. Aquí las medicinas han corrido por nuestra cuenta, he gastado como 100 dólares. Me mandaron vitamina E, complejo B y crema furfuril para las quemaduras. Lo que hemos conseguido ha sido por donaciones».

Pero no solo es la pérdida material o el peligro de no tener sustento lo que padece Gil. «A veces me vienen imágenes a la mente cuando estoy durmiendo. Es como revivir lo que pasó. Aquí trajeron unas bombonas, pero la gente no quiere saber nada de eso», dice el hombre que resultó con quemaduras de segundo grado en las piernas.

La psicóloga Siboney Pérez, miembro de la directiva de Psicólogos Sin Fronteras Venezuela y del equipo terapéutico de la organización, dice que los habitantes de Caño de Los Becerros experimentan estrés postraumático tras la explosión.

Las pesadillas de José Díaz, las imágenes que experimenta cuando duerme Franklin Rondón o el miedo a cocinar con gas doméstico de muchos de los sobrevivientes, son algunos de los síntomas que manifiestan los afectados, pero también sus vecinos, testigos del «horror» que vivieron.

«Todo esto es estrés postraumático, la persona tiene sensaciones de desapego, siente que se aleja de los demás, no puede conciliar el sueño, hay respuestas de sobresalto y todo esto es natural frente a semejante acontecimiento», señala en entrevista telefónica con Efecto Cocuyo.

A su juicio, no basta con que las autoridades gubernamentales lleven equipos para revertir los daños materiales a la zona. Enseguida que ocurrió la tragedia, debieron asistir psicológicamente a los afectados en la comunidad. Hasta el 7 de febrero ninguna persona en Caño de Los Becerros había recibido este tipo de atención.

«Es importante la búsqueda de ayuda, estos síntomas pueden aparecer a los pocos días, al poco tiempo del hecho, a las semanas; pero también puede ocurrir pasado cierto tiempo y pueden ocasionar malestares clínicos y significativos desde el punto de vista social y laboral», resalta.

Pérez advierte que la pérdida de familiares directos (hijos, hijas, padres, madres o hermanas) puede provocar depresión profunda en los sobrevivientes.

En Caño de Los Becerros es urgente la atención psicológica #ExplosiónMonagas
No solo asistencia médica y social necesitan en Caño de Los Becerros

Nadie quiere usar gas doméstico

Crismar Zapata, de 36 años, se quemó las piernas, los brazos, el rostro y el pecho en la explosión. Estuvo casi un mes recluida en el hospital Manuel Núñez Tovar de Maturín. La ingresaron el 28 de diciembre y le dieron el alta médica el 18 de enero.

Dice que la atención recibida no estuvo a la altura. «Teníamos que estar detrás de las enfermeras para que nos suministraran los medicamentos. Lo que nosotros vivimos fue un terror, algo desastrozo. Aún cuando cierro los ojos veo de nuevo la explosión, lo que vivimos ese día. Ahora no puedo hacer nada, soy ama de casa y tengo cuatro hijos».

Ante la falta de agua por la red de tuberías, muchos optan por ir al río Aragua, en la entrada de la comunidad. Esa agua deben hervirla y después filtrarla para bañar a los enfermos.

«Tenemos terror de recibir el gas», insiste Zapata desde el porche de su vivienda.

Otros síntomas que los sobrevivientes de la tragedia de Caño de Los Becerros pueden experimentar, explica Pérez, son taquicardia, trastornos de sueño, dolores de cabeza, alucinaciones, cambios de temperatura corporal, entre otros.

Alerta que este tipo de síntomas incide en el sistema inmunológico de los quemados y puede causar más daño en su salud ya expuesta a las quemaduras. «Si estos síntomas se agravan perjudica más la salud, afecta el sistema inmune por el estrés postraumático. Todo eso es perjudicial para ellos».

La señora Graciela Gil, de 66 años, se encuentra en cama con quemaduras de segundo grado en piernas, brazos y glúteos. Además en esta última zona tiene una escara. Después de que la dieron de alta le dijo a sus hijos que se deshicieran de los cilindros.

«No quiero más gas en mi casa. Le dije a mis hijos que vendieran esas bombonas, aquí no las quiero», subrayó.

Amenazas de llevarlos presos

Ángel Hernández falleció el 22 de enero en el hospital de Maturín. Es una de las víctimas de la explosión. Estuvo en el centro asistencial durante cinco días y después otros 11 en una clínica privada de la capital monaguense.

«A mi papá lo regresaron el 12 de enero al hospital Manuel Núñez Tovar. Lo sacaron de allí porque lo debían dializar. Dejó de funcionarle un riñón y tenía dificultades para respirar. Estuvo varios días en terapia intensiva, pero murió el 22 de enero», contó su hija Yosianny Hernández.

Al dolor que enfrentaron por la muerte de familiares y las quemaduras, a los habitantes de Caño de Los Becerros funcionarios policiales los amenazaron en el hospital de Maturín. Les dijeron que irían presos si seguían publicando videos en redes sociales sobre la falta de atención médica.

Asistencia económica

Marcial Zapata, de 50 años, se quemó brazos, piernas y rostro. Hasta principios de febrero la ayuda prometida no había llegado a la comunidad. «Tengo que estar dos meses de reposo y no puedo trabajar. Debo estar sin exposición al sol durante todo ese tiempo». Solicita asistencia económica, medicinas y hasta un ventilador.

La mayoría de los quemados no tienen los medios para comprar ni siquiera un electrodoméstico de esta naturaleza. Cuando las temperaturas son altas y se quedan sin electricidad, en Caño de Los Becerros los familiares deben servir de especie de ventilador. Con cartones refrescan la piel de los heridos.

Belkis Ramos, de 62 años, recibe la ayuda de sus hijos. Una de ellas le compra las medicinas que necesita para recuperarse de las quemaduras de segundo grado en piernas y el brazo izquierdo.

Es una de las pocas personas que en Caño de Los Becerros tiene cocina eléctrica. Pero cuando se va la luz «colocamos palos de leña y cocinamos con un fogón en el patio. Ya no sabemos cómo cocinar. Aquí le tenemos temor al gas después de que vivimos esa explosión».

Atención psicológica urgente

Siboney Pérez insiste en que toda la comunidad necesita con urgencia asistencia psicológica, porque además de las lesiones viven en un estado de indefensión y ausencia del Estado.

«Esta gente entra también psicológica y emocionalmente en un estado de completa indefensión, desesperanza y abandono. Ellos necesitan con urgencia atención psicológica, que se sientan apreciados, sostenidos, valorados. Donde haya contención y puedan tener apoyo».

Agrega que esas personas sin ayuda profesional no podrán salir de ese temor que les da usar una bombona de gas doméstico. Los invitó a crear redes de ayuda entre ellos, que puedan hablar, conversar y darse ánimos, recibir apoyo del resto de los miembros de la comunidad, sin olvidar la pronta asistencia profesional.

Psicólogos Sin Fronteras puso a disposición los números telefónicos 0424-2925604 y 0412-5507600, donde brindan asistencia gratuita en casos como este.

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