Han transcurrido casi tres meses desde que en Venezuela se instauró la cuarentena por el COVID-19. Adaptarse a estas condiciones inéditas no ha sido fácil para nadie, pero algunos recordarán este período de pandemia por lo que pudieron aprender o las metas que lograron cumplir.
En el pasado, Saraí Avendaño había intentado aprender a coser pero no lo había concretado. Fue la necesidad de usar mascarillas para cuidarse del coronavirus la que abrió una nueva oportunidad de hacerlo.
Vio un tutorial en YouTube, creó un patrón y se sentó frente a la máquina de coser. Así comenzaron a salir las piezas. «Me di cuenta de que no era tan complicado. Le fui preguntando a mi mamá sobre cómo se hacía esto o lo otro. Ella me enseñó, lo domina muy bien porque su papá era sastre», cuenta la enfermera de 28 años de edad.
Aunque no se considera una experta, comenzó a remendar su propia ropa que antes le quedaba grande o necesitaba algún arreglo.
«Le agarré la caída y me gustó bastante. Me sentí muy bien porque ya no necesitaba decirle a mi mamá que me agarrara un ruedo sino que podía hacerlo yo misma. Me hace más independiente y lo considero un pasatiempo super relajante», agrega.
«Hice mi primer asado negro, tequeños y pastelitos andinos. Los pastelitos quedaron tan buenos que empecé venderlos», comenta el estudiante de ingeniería de Petróleo, Josnar Torres. Están rellenos de carne molida con arroz, queso y papa con queso. los vende fritos o congelados.
Gracias a videos en Internet ha realizado recetas más elaboradas, inspirándose incluso en el canal de YouTube del chef Sumito Estévez.
Tenía tiempo queriendo probar cosas nuevas en la cocina, pero siempre surgía algo más que hacer y no se organizaba bien. «Ahora con la cuarentena y mucho tiempo en casa, y para no comer siempre lo mismo, podemos inventar más en ese aspecto», dice.
A Génesis Romero el confinamiento la agarró en Buenos Aires, Argentina, a donde migró hace nueve meses. En Caracas, estudió comunicación social y bailaba danza árabe, bollywood y otros estilos.
Cuando sus compañeras de casa le propusieron que diera clases de baile mientras estaban en cuarentena, ella no estaban tan convencida.
«Comencé a pensar que iba a ser muy difícil, que a la gente no le iba a interesar, yo soy muy exigente, me pongo un montón de trabas. Acepté porque no tenía escapatoria, no podía decir que estaba ocupada, estábamos encerrados todos en casa», narra.
Dos semanas después, las mismas muchachas le recomendaron que también enseñara en línea. Después de mucho pensarlo, se animó: «Di el paso. Me entusiasmé demasiado. Me pregunté que si yo quería bailar y la respuesta fue que sí».
La joven de 26 años de edad se preparó. Contactó a antiguas profesoras en Venezuela, comenzó a estudiar y revisar viejos apuntes. Ahora tiene clases por Zoom y realiza algunos videos en Instagram.
«Esto era una meta que tenía en mente muy a largo plazo. Fue inesperado. A veces uno aplaza sueños más grande porque no se siente preparado y es algo que terminé haciendo ahora», expresa.
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Han transcurrido casi tres meses desde que en Venezuela se instauró la cuarentena por el COVID-19. Adaptarse a estas condiciones inéditas no ha sido fácil para nadie, pero algunos recordarán este período de pandemia por lo que pudieron aprender o las metas que lograron cumplir.
En el pasado, Saraí Avendaño había intentado aprender a coser pero no lo había concretado. Fue la necesidad de usar mascarillas para cuidarse del coronavirus la que abrió una nueva oportunidad de hacerlo.
Vio un tutorial en YouTube, creó un patrón y se sentó frente a la máquina de coser. Así comenzaron a salir las piezas. «Me di cuenta de que no era tan complicado. Le fui preguntando a mi mamá sobre cómo se hacía esto o lo otro. Ella me enseñó, lo domina muy bien porque su papá era sastre», cuenta la enfermera de 28 años de edad.
Aunque no se considera una experta, comenzó a remendar su propia ropa que antes le quedaba grande o necesitaba algún arreglo.
«Le agarré la caída y me gustó bastante. Me sentí muy bien porque ya no necesitaba decirle a mi mamá que me agarrara un ruedo sino que podía hacerlo yo misma. Me hace más independiente y lo considero un pasatiempo super relajante», agrega.
«Hice mi primer asado negro, tequeños y pastelitos andinos. Los pastelitos quedaron tan buenos que empecé venderlos», comenta el estudiante de ingeniería de Petróleo, Josnar Torres. Están rellenos de carne molida con arroz, queso y papa con queso. los vende fritos o congelados.
Gracias a videos en Internet ha realizado recetas más elaboradas, inspirándose incluso en el canal de YouTube del chef Sumito Estévez.
Tenía tiempo queriendo probar cosas nuevas en la cocina, pero siempre surgía algo más que hacer y no se organizaba bien. «Ahora con la cuarentena y mucho tiempo en casa, y para no comer siempre lo mismo, podemos inventar más en ese aspecto», dice.
A Génesis Romero el confinamiento la agarró en Buenos Aires, Argentina, a donde migró hace nueve meses. En Caracas, estudió comunicación social y bailaba danza árabe, bollywood y otros estilos.
Cuando sus compañeras de casa le propusieron que diera clases de baile mientras estaban en cuarentena, ella no estaban tan convencida.
«Comencé a pensar que iba a ser muy difícil, que a la gente no le iba a interesar, yo soy muy exigente, me pongo un montón de trabas. Acepté porque no tenía escapatoria, no podía decir que estaba ocupada, estábamos encerrados todos en casa», narra.
Dos semanas después, las mismas muchachas le recomendaron que también enseñara en línea. Después de mucho pensarlo, se animó: «Di el paso. Me entusiasmé demasiado. Me pregunté que si yo quería bailar y la respuesta fue que sí».
La joven de 26 años de edad se preparó. Contactó a antiguas profesoras en Venezuela, comenzó a estudiar y revisar viejos apuntes. Ahora tiene clases por Zoom y realiza algunos videos en Instagram.
«Esto era una meta que tenía en mente muy a largo plazo. Fue inesperado. A veces uno aplaza sueños más grande porque no se siente preparado y es algo que terminé haciendo ahora», expresa.