“El mínimo acto de respeto a los Derechos Humanos es permitir  la visita a un preso…El no habernos autorizado el acceso deja en claro el Gobierno de Nicolás Maduro tiene un preso político que se llama Leopoldo López”. De esta manera resume el expresidente colombiano Andrés Pastrana la prohibición de entrada, este domingo 25  de enero, a la cárcel de Ramo Verde proveniente del Ejecutivo nacional y que lo incluía a él y al exmandatario chileno Sebastián Piñera.

Ya alejado del fuerte contingente militar y policial que lo custodiaba y en la puerta del hotel donde se aloja, el exmandatario del país neogranadino explica cómo transcurrió la hora en la que estuvo en la entrada de la cárcel, ubicada a unos 30 kilómetros de Caracas, y el contenido de su conversación con las autoridades allí apostadas.

     “Hablamos con el general  quien nos dijo que no tenía autorización para dejarnos ingresar. Nos recomendó que le pidiésemos permiso a la Cancillería; pero nosotros le dijimos que habíamos decidido ir un día de visita para no tener que pedir autorización”, señala el expresidente.

En Ramo Verde, una cárcel militar donde se encuentra recluido el dirigente de Voluntad Popular desde el 18 de febrero de 2014, los días de visita son de jueves a domingo y el único requisito que se necesita para ingresar es la presentación de  un documento de identificación.

“Yo le expliqué que aquí tenía mi pasaporte -Pastrana mete la mano en su saco azul marino y del bolsillo interior extrae el libro vinotinto para comprobar que es cierto-que no tenía contacto con la Cancillería y que en cualquier caso no necesitaba autorización”. Pero la respuesta siempre era la misma.

Pastrana le recordó al general que él había sido comandante de la Fuerza Armada de Colombia y que si algo lo había caracterizado era el respeto a la jerarquía castrense, por lo que consideraba improcedente llamar a un ministro o a otro funcionario. “No quería pasarle por encima”, dice.

Ante la negativa reiterada, le pedía al oficial  que se comunicara con Miraflores. Muy amablemente el militar le responde de nuevo: “No”.

    “Hagamos una vaina, invíteme un café que yo quiero conocer Ramo Verde. Está bien, le prometo que no hablamos con Leopoldo López, pero permítame entrar e invíteme un café o un agua como lo haría cualquier oficial que recibiera a un expresidente de otro país, en una instalación de este tipo”.

Detrás de los lentes negros y una sonrisa forzada,  el uniformado repite la instrucción inicial de no poder permitirles el ingreso.

Durante la hora que duró la negociación, Piñera y Pastrana estuvieron acompañados por la esposa de López, Lilian Tintori, y la madre del dirigente, Antonieta Mendoza de López. El padre del líder de VP, Leopoldo López Gil, se quedó detrás del piquete de la Guardia Nacional Bolivariana que estaba en la entrada de la subida a la prisión: un camino de tierra de aproximadamente dos kilómetros y medio.

   Allí colocaron a 25 militares que, según comentaron, fueron destacados en  la zona desde la noche anterior. Tenían equipo antimotines y con escudos transparentes impedían el paso de los visitantes y del numeroso grupo de periodistas nacionales e internacionales que cubrían el evento. El sol, de tan fuerte, parecía taladrar la cabeza de los presentes.

   “Hay que ver que este Gobierno sí es torpe”, decía uno de los visitantes. Aludía al hecho de que para llegar a la puerta de Ramo Verde, después de la subida de tierra, hay que pasar al menos dos alcabalas más y, se hubiesen ahorrado la cobertura periodística en el sitio,  de haberle permitido a los mandatarios  adelantar al menos una de las alcabalas, ya lejos de la mirada  de las cámaras y reporteros. Otro le respondía: “Es que al Gobierno no le importa”.

    Tanto Piñera como Pastrana se desplazaron en camionetas blindadas escoltados  por, al menos, seis Jeep del Sebin, dos vehículos de la Guardia Nacional y unas diez motos. En un autobús de pasajeros se trasladaban los diputados Richard Blanco, Andrés Velásquez, María Corina Machado, Juan Waidó y Alejandro Gómez Sigala. También estaban Freddy Guevara, Antonio Ledezma, David Smolansky, Gaby Arellano, Enrique Naime, Carlos Blanco y Roberto Henríquez.

En el camino de regreso, un grupo de personas ataviadas con franelas y pañuelos que decían “Maduro” arremeten contra el autobús donde viajan los políticos. Con palos y golpes atacan el vehículo que intenta pasar rápidamente por la multitud.

“Sí, fue el vicepresidente (Jorge) Arreaza quien nos prohibió la entrada, confirma Pastrana, quien además comenta indignado que la restricción se hizo extensiva a la madre de López. De acuerdo con lo que escuchó, los militares le especificaron que no podía ver a su hijo durante 15 visitas más.

Pastrana y Piñera participarán mañana en un foro para hablar sobre democracia. “Pero también queremos hablar de lo que pasa con Leopoldo López” y acompaña la frase con la coletilla inseparable  de “preso político”.

Un grupo de militantes de Voluntad Popular le pide tomarse una foto con él. Accede amablemente. Luego, María Corina Machado hace lo propio. Todos sonríen. Afuera del hotel hay dos camionetas del Sebin que parecen estar clavadas allí, justo frente a la Plaza Altamira, desde donde se ven las fotos y las cruces que acompañan los nombres de todos los que murieron producto de las protestas de 2014.Para ellos, ya no hay intermediación que valga.

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