En Lara el café se convierte en la moneda que manda en el mercado

ECONOMÍA · 7 JUNIO, 2021 08:30

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Efecto Cocuyo | @efectococuyo


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“El café lo paga todo”. Pero, a ese rubro solo lo paga el dólar «… Venezuela ya no es un país». Con esas frases de un testimonio que recogí en el campo, intento contextualizar los procesos que se están generando en el campo venezolano, y las deformaciones del sistema económico en el que dolorosamente navega la producción del café.

Vivo a escasos 20 kilómetros de un centro de cafetaleros y, también, estoy en envuelto en esa dinámica, al punto de que hasta he recibido, por mi trabajo, pagos con el aromático gramo.

En este texto, pongo sobre el tapete lo que pasa en las montañas de Lara y narro -conjugando lo geográfico con la realidad- la transformación que sufre esa región cuya dolarización apunta a la precarización del salario y de la economía venezolana.

“Somos muchos los países, que ya no están contenidos ni representados en ninguna bandera y mucho menos aún, en moneda alguna o signo de identidad. Hasta el billete de cien mil bolívares ha desaparecido», me cuenta Gerónimo Pérez (productor que comercializa, compra y vende café), quien insiste en decir que «el café lo paga todo».

Ahora esos gramos son una herramienta para el ahorro

Lo cierto del caso es que -desde hace ya casi una década- el café no es solo un rubro que sirve para acompañar una dilatada conversación matutina de la familia, o para alargar una noche evadiendo el sueño y el cansancio, también es un mecanismo de ahorro, y por lo tanto, de respaldo de riqueza por su perdurabilidad antes de ser procesado, aunado a que es un producto escaso y de alta demanda y consumo.

Esta característica, que pareciera recién descubierta, ha hecho que -en la Venezuela de los últimos años- los comerciantes, ciudadanos y actores económicos de las montañas de Lara, consigan en ese grano, una mercancía que garantiza el valor y por supuesto, en determinados momentos lo multiplica.

Las montañas de Lara

“El Estado Lara, es una verdadera y absoluta encrucijada»: esa era la expresión casi perfecta, con la que recibía el profesor Aguedo Parra a sus estudiantes de Geografía Regional, en aquellos espléndidos cursos que se dictaban en el pedagógico de Barquisimeto a inicios del siglo XXI.

En el pleno corazón del occidente venezolano, los larenses tienen en su accidentada geografía, una especie de cuerpo humano, dotado de un brazo que los conduce hacia la región zuliana mientras el otro los lleva por los lados de Yaracuy; sus piernas, una apuntalada en dirección de la zona andina, casi que pisando al Estado Trujillo, cuando la otra, los conecta con los llanos venezolanos, específicamente con Portuguesa y Cojedes.

Mientras su cabeza o punto más nórdico, hacen que el territorio guaro, tenga de sombrero la árida geografía falconiana, convirtiendo la anatomía de Lara en un encuentro de diversos fenómenos y paisajes, donde prevalecen distintas formaciones, como los valles fluviales, las depresiones geográficas, las terrazas aluviales y las largas y secas planicies.

Además, el río Turbio y su hermano siamés el Tocuyo, tienen su vientre, entre las cadenas de montañas que enaltecen el fenomenal paisaje guaro. Tres municipios del estado, forman una excéntrica sucesión de espacios montañosos, que se conectan no sólo desde el punto de vista físico, sino que también lo hacen en la dimensión económica, social y cultural.

La cosecha terminó en enero

Lara es un territorio lleno de montañas, que oscilan entre los 900 y 1.600 metros sobre el nivel del mar, y no solo es una fuente genuina de producción de agua para más de 2.3 millones de larenses, sino que es un espacio adscrito a la región donde más café se produce en toda Venezuela, convirtiendo de esa manera, al sur del estado Lara, en el epicentro del más importante “commodities» de la Venezuela pre petrolera”.

También en Guárico, Villanueva, Sanare, Río Claro, Humocaro Alto y Humocaro Bajo, es característico encontrarse con estilos de vidas, que están signados por la producción, distribución, comercialización y consumo del café.

“Nuestras vidas están atravesadas por la zafra del café», acotaba un productor que -sin pudor alguno- aseguraba que prefería que su hijo, le ayudase a cosechar el diminuto fruto, entre septiembre y enero, a que asistiera a la escuela en esos cinco meses.

Y es así, quien tiene capital invierte en café en los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre (plena cosecha) y, luego, a partir de enero, empieza a liquidar, aprovechando el fin de la abundancia, convirtiendo los 60 dólares que le costó “el quintal» (saco de 47 kg de café verde) en el último trimestre, en cerca de 120 dólares o 150 dólares, que pasa a valer en el primer semestre del año debido a que la producción se acaba en enero.

El proceso de dolarización de facto y devaluación de la moneda nacional en el cual se ha visto envuelta la nación venezolana, ha hecho que el precio del café, se calcule en la moneda. Por eso, cuando el productor dijo «el café lo paga todo, pero a ese rubor solamente lo paga el dólar», fue porque prefiere que le paguen con el billete verde su jornada laboral, el cual cambiará, en algún abasto o bodega por algunos alimentos.

Con café verde se compra comida en al menos dos municipios de Lara y otro de Portuguesa; también se paga el transporte, los insumos agrícolas, el trabajo doméstico, la reparación de un vehículo o alguna maquinaria.

En las tiendas de ropa y lencería, en las zapaterías o ferreterías de las montañas larenses, es muy común visualizar a un lado de la máquina registradora, una balanza, donde se pesa la maleta de café y se procede a realizar la conversión para cerrar una venta o un acuerdo comercial.

El café ha sufrido una mutación, o más bien se ha convertido en una moneda propia de un espacio geográfico determinado, algo muy parecido a lo que aquel campesino unos años atrás, con una sutil inteligencia, definió como la desaparición de Venezuela o la existencia de muchos países con sus propias monedas dentro de un solo país.

“Aislados, pero más conectados»

La realidad de los pueblos y caseríos de la zona alta de Lara, es que en muy pocos casos, cada día menos, según algunos productores, se reciben bolívares, pero teniendo como referencia el precio del saco, del “quintal» o el kilo de café en dólares, ajustando la tasa de cambio al sumarle 10% del valor en el que se hacen las otras transacciones comunes.

“Desde hace unos años atrás, nosotros aquí en la montaña, nos enteramos casi que a diario del precio del café en Caracas», asegura un pequeño comerciante, el cual también argumenta, que han logrado informarse del costo en otros países, por medio de familiares con los cuales suelen conversar, permitiendo hacer sus respectivos ajustes al valor en el que se transa la escasa y aromática mercancía.

«Años atrás, vendíamos sin saber mucho y aceptábamos cualquier forma y modalidad de pago, liquidábamos muy barato, y el intermediario terminaba ganando mucho más que el productor», contaron.

Los productores vigilan los precios nacionales. Foto: Cortesía Carlos Silva

Pero eso se acabó, ahora su precio es más o menos el internacional; quien quiera café debe pagarlo bien, porque de no ser así, la producción seguirá en franco deterioro.

Para el mes de junio del año corriente, el precio del “quintal» (saco de 47 kg), cuesta 125 dólares, valor que reciben en efectivo sin tachaduras, ni remiendos. También reciben transferencias electrónicas de Bofa, Zelle, Commerce Bank, Mercantil o Banesco Panamá, solo cuando hay luz y, no se aceptan bolívares en ninguna de sus presentaciones.

Esto es un claro dictamen comercial, que ajusta y define con precisión, las reglas, que nos reflejan la decadencia de un modelo económico, que ahora usa cualquier signo monetario, menos el consagrado en la constitución, dando vida a la triste tesis de la contada destrucción y desaparición de Venezuela.

Esto ocurre día tras día, no solo por la abolición de su moneda, sino también, por la ausencia del agradable olor matutino, que se desprende de la milagrosa infusión del polvo mágico africano, que sabe acariciar las tazas brindar a gran parte de la familia, un dulce y caliente inicio del día que, a diario, se hace más esquivo para las grandes mayorías, porque se ha internacionalizado su precio, en el marco de la absoluta precarización del salario y la economía venezolana.

Crónica de Carlos Silva, profesor y docente residenciado en El Tocuyo, estado Lara

ECONOMÍA · 7 JUNIO, 2021

En Lara el café se convierte en la moneda que manda en el mercado

Texto por Efecto Cocuyo | @efectococuyo

“El café lo paga todo”. Pero, a ese rubro solo lo paga el dólar «… Venezuela ya no es un país». Con esas frases de un testimonio que recogí en el campo, intento contextualizar los procesos que se están generando en el campo venezolano, y las deformaciones del sistema económico en el que dolorosamente navega la producción del café.

Vivo a escasos 20 kilómetros de un centro de cafetaleros y, también, estoy en envuelto en esa dinámica, al punto de que hasta he recibido, por mi trabajo, pagos con el aromático gramo.

En este texto, pongo sobre el tapete lo que pasa en las montañas de Lara y narro -conjugando lo geográfico con la realidad- la transformación que sufre esa región cuya dolarización apunta a la precarización del salario y de la economía venezolana.

“Somos muchos los países, que ya no están contenidos ni representados en ninguna bandera y mucho menos aún, en moneda alguna o signo de identidad. Hasta el billete de cien mil bolívares ha desaparecido», me cuenta Gerónimo Pérez (productor que comercializa, compra y vende café), quien insiste en decir que «el café lo paga todo».

Ahora esos gramos son una herramienta para el ahorro

Lo cierto del caso es que -desde hace ya casi una década- el café no es solo un rubro que sirve para acompañar una dilatada conversación matutina de la familia, o para alargar una noche evadiendo el sueño y el cansancio, también es un mecanismo de ahorro, y por lo tanto, de respaldo de riqueza por su perdurabilidad antes de ser procesado, aunado a que es un producto escaso y de alta demanda y consumo.

Esta característica, que pareciera recién descubierta, ha hecho que -en la Venezuela de los últimos años- los comerciantes, ciudadanos y actores económicos de las montañas de Lara, consigan en ese grano, una mercancía que garantiza el valor y por supuesto, en determinados momentos lo multiplica.

Las montañas de Lara

“El Estado Lara, es una verdadera y absoluta encrucijada»: esa era la expresión casi perfecta, con la que recibía el profesor Aguedo Parra a sus estudiantes de Geografía Regional, en aquellos espléndidos cursos que se dictaban en el pedagógico de Barquisimeto a inicios del siglo XXI.

En el pleno corazón del occidente venezolano, los larenses tienen en su accidentada geografía, una especie de cuerpo humano, dotado de un brazo que los conduce hacia la región zuliana mientras el otro los lleva por los lados de Yaracuy; sus piernas, una apuntalada en dirección de la zona andina, casi que pisando al Estado Trujillo, cuando la otra, los conecta con los llanos venezolanos, específicamente con Portuguesa y Cojedes.

Mientras su cabeza o punto más nórdico, hacen que el territorio guaro, tenga de sombrero la árida geografía falconiana, convirtiendo la anatomía de Lara en un encuentro de diversos fenómenos y paisajes, donde prevalecen distintas formaciones, como los valles fluviales, las depresiones geográficas, las terrazas aluviales y las largas y secas planicies.

Además, el río Turbio y su hermano siamés el Tocuyo, tienen su vientre, entre las cadenas de montañas que enaltecen el fenomenal paisaje guaro. Tres municipios del estado, forman una excéntrica sucesión de espacios montañosos, que se conectan no sólo desde el punto de vista físico, sino que también lo hacen en la dimensión económica, social y cultural.

La cosecha terminó en enero

Lara es un territorio lleno de montañas, que oscilan entre los 900 y 1.600 metros sobre el nivel del mar, y no solo es una fuente genuina de producción de agua para más de 2.3 millones de larenses, sino que es un espacio adscrito a la región donde más café se produce en toda Venezuela, convirtiendo de esa manera, al sur del estado Lara, en el epicentro del más importante “commodities» de la Venezuela pre petrolera”.

También en Guárico, Villanueva, Sanare, Río Claro, Humocaro Alto y Humocaro Bajo, es característico encontrarse con estilos de vidas, que están signados por la producción, distribución, comercialización y consumo del café.

“Nuestras vidas están atravesadas por la zafra del café», acotaba un productor que -sin pudor alguno- aseguraba que prefería que su hijo, le ayudase a cosechar el diminuto fruto, entre septiembre y enero, a que asistiera a la escuela en esos cinco meses.

Y es así, quien tiene capital invierte en café en los meses de septiembre, octubre, noviembre y diciembre (plena cosecha) y, luego, a partir de enero, empieza a liquidar, aprovechando el fin de la abundancia, convirtiendo los 60 dólares que le costó “el quintal» (saco de 47 kg de café verde) en el último trimestre, en cerca de 120 dólares o 150 dólares, que pasa a valer en el primer semestre del año debido a que la producción se acaba en enero.

El proceso de dolarización de facto y devaluación de la moneda nacional en el cual se ha visto envuelta la nación venezolana, ha hecho que el precio del café, se calcule en la moneda. Por eso, cuando el productor dijo «el café lo paga todo, pero a ese rubor solamente lo paga el dólar», fue porque prefiere que le paguen con el billete verde su jornada laboral, el cual cambiará, en algún abasto o bodega por algunos alimentos.

Con café verde se compra comida en al menos dos municipios de Lara y otro de Portuguesa; también se paga el transporte, los insumos agrícolas, el trabajo doméstico, la reparación de un vehículo o alguna maquinaria.

En las tiendas de ropa y lencería, en las zapaterías o ferreterías de las montañas larenses, es muy común visualizar a un lado de la máquina registradora, una balanza, donde se pesa la maleta de café y se procede a realizar la conversión para cerrar una venta o un acuerdo comercial.

El café ha sufrido una mutación, o más bien se ha convertido en una moneda propia de un espacio geográfico determinado, algo muy parecido a lo que aquel campesino unos años atrás, con una sutil inteligencia, definió como la desaparición de Venezuela o la existencia de muchos países con sus propias monedas dentro de un solo país.

“Aislados, pero más conectados»

La realidad de los pueblos y caseríos de la zona alta de Lara, es que en muy pocos casos, cada día menos, según algunos productores, se reciben bolívares, pero teniendo como referencia el precio del saco, del “quintal» o el kilo de café en dólares, ajustando la tasa de cambio al sumarle 10% del valor en el que se hacen las otras transacciones comunes.

“Desde hace unos años atrás, nosotros aquí en la montaña, nos enteramos casi que a diario del precio del café en Caracas», asegura un pequeño comerciante, el cual también argumenta, que han logrado informarse del costo en otros países, por medio de familiares con los cuales suelen conversar, permitiendo hacer sus respectivos ajustes al valor en el que se transa la escasa y aromática mercancía.

«Años atrás, vendíamos sin saber mucho y aceptábamos cualquier forma y modalidad de pago, liquidábamos muy barato, y el intermediario terminaba ganando mucho más que el productor», contaron.

Los productores vigilan los precios nacionales. Foto: Cortesía Carlos Silva

Pero eso se acabó, ahora su precio es más o menos el internacional; quien quiera café debe pagarlo bien, porque de no ser así, la producción seguirá en franco deterioro.

Para el mes de junio del año corriente, el precio del “quintal» (saco de 47 kg), cuesta 125 dólares, valor que reciben en efectivo sin tachaduras, ni remiendos. También reciben transferencias electrónicas de Bofa, Zelle, Commerce Bank, Mercantil o Banesco Panamá, solo cuando hay luz y, no se aceptan bolívares en ninguna de sus presentaciones.

Esto es un claro dictamen comercial, que ajusta y define con precisión, las reglas, que nos reflejan la decadencia de un modelo económico, que ahora usa cualquier signo monetario, menos el consagrado en la constitución, dando vida a la triste tesis de la contada destrucción y desaparición de Venezuela.

Esto ocurre día tras día, no solo por la abolición de su moneda, sino también, por la ausencia del agradable olor matutino, que se desprende de la milagrosa infusión del polvo mágico africano, que sabe acariciar las tazas brindar a gran parte de la familia, un dulce y caliente inicio del día que, a diario, se hace más esquivo para las grandes mayorías, porque se ha internacionalizado su precio, en el marco de la absoluta precarización del salario y la economía venezolana.

Crónica de Carlos Silva, profesor y docente residenciado en El Tocuyo, estado Lara