En medio de una hiperinflación nunca antes vista en Venezuela, el país se sumerge diariamente en una línea de empobrecimiento que genera una migración masiva de su población. Para entender esta situación, Efecto Cocuyo consultó al economista Pedro Palma, director de Ecoanalítica, quien brindó explicaciones sobre el origen de la crisis económica actual.
En buena medida esto no es algo que 100% se pueda achacar al fenómeno que hemos estado viviendo durante las últimas dos décadas. También en el pasado teníamos una situación crítica, que fue ampliamente criticada por muchos, incluyéndome, que teníamos cuestionamientos acerca de la forma cómo se estaba manejando la política, lo social y lo económico en el país.
Pero sin duda alguna, yo diría que el grado de gravedad o profundización de esta crisis dramática que estamos viviendo, realmente se ha debido a esta revolución fatídica en la que hemos caído en estas dos últimas décadas.
Sin embargo, en este caso, esta revolución nos ha llevado a una depauperación tremenda. Si bien teníamos problemas en el pasado que había que resolver y afrontar, ni remotamente esta revolución les dio solución. Al contrario, muchos de ellos los agravó y, en otros casos, creó nuevos problemas dramáticos, que son precisamente los que estamos sufriendo en este momento.
La principal razón han sido las pésimas políticas públicas que se han venido implementando en el país. Por un lado, hemos tenido a un Gobierno hostigando a la actividad económica privada, amenazando a las empresas con expropiaciones, con expoliaciones, con imposición de controles que las condenan a trabajar a pérdidas, con amenazas permanentes y señalamientos, muchos de ellos injustos, acerca de una pseudo especulación extrema que no ha sido la realidad, y que ha llevado a una situación donde se ha diezmado la actividad económica.
Esa política de hostigamiento persistente ha dado como resultado una minimización del sector privado. Muchas empresas han cerrado sus puertas, no están produciendo y han salido de actividad económica. Y eso ha implicado que el aparato productivo privado hoy esté produciendo una fracción de lo que producía anteriormente.
Pedro Palma asegura que los casos de corrupción durante el período chavista no tiene comparación en la historia de Venezuela
Muchas de esas empresas, hoy manejadas por el sector público, no están produciendo nada o producen una fracción de lo que producían en manos privadas. Por lo tanto, tenemos una situación de una depauperación de la actividad productiva interna, tanto privada como pública.
En consecuencia, se generó un incremento notable en la dependencia de las importaciones para abastecer el mercado de bienes y servicios que necesita la población para satisfacer sus necesidades.
Sin embargo, para comprar en el exterior se requieren divisas con lo que se deben pagar esas importaciones. Y esas son las divisas que no existen, o que también han mermado en una forma notable. Entre otras cosas porque la actividad generadora de esas divisas, que es la exportación de petróleo, se ha venido a menos.
También producto de una pésima política petrolera que ha venido implementando el país. En primer término, en el año 2003, hubo un despido masivo de 18.000 a 20.000 técnicos y gerentes, medios y altos, de la industria petrolera. Después, lo que el Gobierno montó fue lo que yo he dado por llamar un verdadero saqueo a la actividad económica petrolera, obligando a Pdvsa a tener que transferir masivamente fondos o recursos a un fondo creado y administrado por el Presidente de la República para financiar el gasto público.
Para mantener la capacidad de producción de los campos petrolíferos había que mantener las inversiones. Eso desapareció porque se abandonaron esas inversiones y no había recursos para una empresa que se le condenó, se le extrajeron cuantiosísimos recursos, y eso llevó a la caída de la producción de petróleo y los ingresos en divisas.
Se debe a varias causas. Ya mencionamos una, que es esta situación de desabastecimiento y escasez crítica de bienes y servicios que se pueden adquirir.
Otra causa que ha generado la hiperinflación ha sido el desequilibrio fiscal crónico que vivimos en Venezuela. El sector público gasta mucho más de lo que le ingresa. Por lo tanto, ha tenido que buscar financiamiento a ese déficit creciente en el que incurre año tras año. Esa fuente de financiamiento son los mercados financieros locales e internacionales, a los cuales el sector público no tiene acceso. Y, por lo tanto, el Gobierno ha acudido al prestamista de última instancia que es el Banco Central de Venezuela (BCV), institución a la que se le ha eliminado su autonomía y se le ha obligado a financiar el déficit presupuestario en cantidades realmente desproporcionadas.
Eso ha hecho que la creación de dinero sin respaldo por parte del BCV para financiar el gasto público se haya incrementado totalmente fuera de control, y haya implicado una expansión de la oferta monetaria; es decir, de la cantidad de dinero en poder del público. La gente, por lo tanto, al recibir esos bolívares recurre al mercado para comprar y satisfacer sus necesidades, pero esos son los bienes y servicios que no se consiguen.
Adicionalmente a esos dos factores, hay que agregar también una política cambiaria que ha sido muy errada. Una política caracterizada por un control vigente desde 2003 y que ha hecho que el manejo de la cuestión cambiaria sea algo totalmente distorsionado. Tenemos, por un lado, unas tasas de cambio preferenciales administrados por el Estado que no responden a ninguna lógica económica, en donde se pueden adquirir divisas a un precio realmente bajo.
Y también tenemos a un mercado paralelo, que se ha declarado ilegal durante mucho tiempo, donde el tipo de cambio se establece por la oferta y la demanda, y donde el precio de la divisa está totalmente divorciado del precio de la divisas oficiales.
Que cada vez los pocos productores privados no encuentran y no tienen acceso a esas divisas preferenciales que necesitan para producir. Por lo tanto, han tenido que migrar al mercado paralelo para adquirir esas divisas a un precio sustancialmente mayor. Pero entonces el Gobierno le impone a esos productores que esas divisas que adquieren en el mercado paralelo no lo pueden usar en la fijación de sus precios, sino que el referencial debe ser el del tipo de cambio oficial.
Obviamente le imponen unos controles de precios que los obligan a trabajar a pérdidas, que simplemente los lleva a parar la actividad productiva.
Fotos: Mariana Souquett
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En medio de una hiperinflación nunca antes vista en Venezuela, el país se sumerge diariamente en una línea de empobrecimiento que genera una migración masiva de su población. Para entender esta situación, Efecto Cocuyo consultó al economista Pedro Palma, director de Ecoanalítica, quien brindó explicaciones sobre el origen de la crisis económica actual.
En buena medida esto no es algo que 100% se pueda achacar al fenómeno que hemos estado viviendo durante las últimas dos décadas. También en el pasado teníamos una situación crítica, que fue ampliamente criticada por muchos, incluyéndome, que teníamos cuestionamientos acerca de la forma cómo se estaba manejando la política, lo social y lo económico en el país.
Pero sin duda alguna, yo diría que el grado de gravedad o profundización de esta crisis dramática que estamos viviendo, realmente se ha debido a esta revolución fatídica en la que hemos caído en estas dos últimas décadas.
Sin embargo, en este caso, esta revolución nos ha llevado a una depauperación tremenda. Si bien teníamos problemas en el pasado que había que resolver y afrontar, ni remotamente esta revolución les dio solución. Al contrario, muchos de ellos los agravó y, en otros casos, creó nuevos problemas dramáticos, que son precisamente los que estamos sufriendo en este momento.
La principal razón han sido las pésimas políticas públicas que se han venido implementando en el país. Por un lado, hemos tenido a un Gobierno hostigando a la actividad económica privada, amenazando a las empresas con expropiaciones, con expoliaciones, con imposición de controles que las condenan a trabajar a pérdidas, con amenazas permanentes y señalamientos, muchos de ellos injustos, acerca de una pseudo especulación extrema que no ha sido la realidad, y que ha llevado a una situación donde se ha diezmado la actividad económica.
Esa política de hostigamiento persistente ha dado como resultado una minimización del sector privado. Muchas empresas han cerrado sus puertas, no están produciendo y han salido de actividad económica. Y eso ha implicado que el aparato productivo privado hoy esté produciendo una fracción de lo que producía anteriormente.
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Muchas de esas empresas, hoy manejadas por el sector público, no están produciendo nada o producen una fracción de lo que producían en manos privadas. Por lo tanto, tenemos una situación de una depauperación de la actividad productiva interna, tanto privada como pública.
En consecuencia, se generó un incremento notable en la dependencia de las importaciones para abastecer el mercado de bienes y servicios que necesita la población para satisfacer sus necesidades.
Sin embargo, para comprar en el exterior se requieren divisas con lo que se deben pagar esas importaciones. Y esas son las divisas que no existen, o que también han mermado en una forma notable. Entre otras cosas porque la actividad generadora de esas divisas, que es la exportación de petróleo, se ha venido a menos.
También producto de una pésima política petrolera que ha venido implementando el país. En primer término, en el año 2003, hubo un despido masivo de 18.000 a 20.000 técnicos y gerentes, medios y altos, de la industria petrolera. Después, lo que el Gobierno montó fue lo que yo he dado por llamar un verdadero saqueo a la actividad económica petrolera, obligando a Pdvsa a tener que transferir masivamente fondos o recursos a un fondo creado y administrado por el Presidente de la República para financiar el gasto público.
Para mantener la capacidad de producción de los campos petrolíferos había que mantener las inversiones. Eso desapareció porque se abandonaron esas inversiones y no había recursos para una empresa que se le condenó, se le extrajeron cuantiosísimos recursos, y eso llevó a la caída de la producción de petróleo y los ingresos en divisas.
Se debe a varias causas. Ya mencionamos una, que es esta situación de desabastecimiento y escasez crítica de bienes y servicios que se pueden adquirir.
Otra causa que ha generado la hiperinflación ha sido el desequilibrio fiscal crónico que vivimos en Venezuela. El sector público gasta mucho más de lo que le ingresa. Por lo tanto, ha tenido que buscar financiamiento a ese déficit creciente en el que incurre año tras año. Esa fuente de financiamiento son los mercados financieros locales e internacionales, a los cuales el sector público no tiene acceso. Y, por lo tanto, el Gobierno ha acudido al prestamista de última instancia que es el Banco Central de Venezuela (BCV), institución a la que se le ha eliminado su autonomía y se le ha obligado a financiar el déficit presupuestario en cantidades realmente desproporcionadas.
Eso ha hecho que la creación de dinero sin respaldo por parte del BCV para financiar el gasto público se haya incrementado totalmente fuera de control, y haya implicado una expansión de la oferta monetaria; es decir, de la cantidad de dinero en poder del público. La gente, por lo tanto, al recibir esos bolívares recurre al mercado para comprar y satisfacer sus necesidades, pero esos son los bienes y servicios que no se consiguen.
Adicionalmente a esos dos factores, hay que agregar también una política cambiaria que ha sido muy errada. Una política caracterizada por un control vigente desde 2003 y que ha hecho que el manejo de la cuestión cambiaria sea algo totalmente distorsionado. Tenemos, por un lado, unas tasas de cambio preferenciales administrados por el Estado que no responden a ninguna lógica económica, en donde se pueden adquirir divisas a un precio realmente bajo.
Y también tenemos a un mercado paralelo, que se ha declarado ilegal durante mucho tiempo, donde el tipo de cambio se establece por la oferta y la demanda, y donde el precio de la divisa está totalmente divorciado del precio de la divisas oficiales.
Que cada vez los pocos productores privados no encuentran y no tienen acceso a esas divisas preferenciales que necesitan para producir. Por lo tanto, han tenido que migrar al mercado paralelo para adquirir esas divisas a un precio sustancialmente mayor. Pero entonces el Gobierno le impone a esos productores que esas divisas que adquieren en el mercado paralelo no lo pueden usar en la fijación de sus precios, sino que el referencial debe ser el del tipo de cambio oficial.
Obviamente le imponen unos controles de precios que los obligan a trabajar a pérdidas, que simplemente los lleva a parar la actividad productiva.
Fotos: Mariana Souquett