Venezuela llega a un año de pandemia con la misma incertidumbre del 13 de marzo de 2020, cuando se conocieron los dos primeros casos de COVID-19 en el país. Trescientos sesenta y cinco días luego, oficialmente hay más de 143 mil casos diagnosticados y 1.415 muertes hasta la fecha, cifras sobre las cuales pesan dudas, debido a la opacidad de la información y la inconsistencia de varios indicadores. Lo que sí es verificable es el impacto de la pandemia en las vidas de las y los venezolanos. El equipo reporteril de Efecto Cocuyo recoge en 12 trabajos, que publicaremos a partir de hoy, cómo se han vivido estos tiempos de COVID-19 en un país ya golpeado por una crisis humanitaria compleja, con hiperinflación, precarización de los servicios públicos y un proceso de migración sin parar
A un año de la confirmación de los primeros casos de COVID-19 en Venezuela, la opacidad todavía prevalece sobre las cifras oficiales de la epidemia. Con más de 143.000 infecciones y poco más de 1.400 muertes confirmadas hasta la fecha en el país, la ausencia de más datos y las inconsistencias de algunos indicadores alimentan las dudas sobre las estadísticas publicadas.
A diario los venezolanos en enteran de los datos del COVID-19 a través de las cuentas en Twitter de voceros de la administración de Nicolás Maduro. Mientras, la página web oficial de las estadísticas en Venezuela solo actualiza el número general de casos positivos, recuperados y fallecidos, los casos activos y cerrados, distribución por edad y sexo y el total de casos por estado.
En Colombia, sin ir muy lejos, la página web del Instituto Nacional de Salud ofrece una data completa que permite calcular el alcance del virus. Contario a Venezuela, en el vecino país informan: número de pruebas procesadas, tanto positivas como negativas; seroprevalencia, tasas de mortalidad y letalidad, casos por municipio, síntomas, pertenencia étnica o estratos.
¿Por qué hay dudas sobre los números oficiales? Jaime Torres, médico infectólogo y jefe de Infectología del Instituto de Medicina Tropical de la Universidad Central de Venezuela (IMT-UCV), explica que es difícil hacer una valoración real sobre el avance del COVID-19 en el país, debido a la ausencia de más información epidemiológica, lo que convierte en incierto el camino para medir con más precisión el impacto en la población.
“La información que tenemos es muy parcial y solamente muestra eventualmente el número reducido de pruebas que se hacen diariamente en el país. Eso no refleja la realidad de lo que está ocurriendo ni a nivel nacional, ni a nivel de ciudades o de áreas específicas. No sabemos cuál ha sido el comportamiento real de la pandemia en Venezuela”, dice el especialista a Efecto Cocuyo.
Desde que comenzó la emergencia nacional se ha desconocido el número diario de pruebas de reacción en cadena de la polimerasa (PCR) y de pruebas de antígenos que se realizan, al igual que la positividad, el porcentaje de pruebas positivas del total realizado.
Ya para mayo de 2020, la Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales de Venezuela (Acfiman) alertaba en un primer informe sobre el estado de la epidemia de COVID-19 en el país acerca de la probabilidad de la existencia de un “subregistro significativo” del número de personas infectadas debido a la escasa capacidad diagnóstica.
En la cuarta actualización de la Acfiman, correspondiente a febrero de 2021, muestra que Venezuela sigue manteniendo una capacidad diagnóstica centralizada y limitada 48 semanas después del comienzo de la pandemia, insuficiente para detectar la mayor parte de los casos asintomáticos, con una tasa de 17 pruebas por cada 1.000 habitantes.
“Venezuela hace, en el mejor de los casos, unas 3.000 muestras al día para la prueba de PCR. En Colombia hacen más de 40.000 por día, en Chile más de 60.000 por día y ni hablar de países como Brasil o Argentina. Entonces lo que nosotros estamos viendo es un muy pequeño aspecto de lo que está ocurriendo”, agrega Torres.
Las primeras inconsistencias
Si la ausencia de información fiable es la primera causa de las dudas sobre las cifras del COVID-19 en Venezuela, la modificación de los datos o la discrepancia entre ellos es la segunda. Durante las primeras semanas del brote del nuevo coronavirus hubo una disparidad entre los casos anunciados y los confirmados.
El 18 y el 20 de marzo no reportaron casos nuevos, pero el 21 de marzo, una semana después de los primeros contagios, el entonces ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, anunció que el país llegaba a 70 casos confirmados, sin dar detalles de los nuevos. Dieron cifras más altas al promedio afirmando que correspondían a días anteriores, lo que reveló que realmente no hubo días sin contagios.
Las inconsistencias también se referían a la ubicación de los casos encontrados, especialmente en las cifras ofrecidas para el estado Miranda y el Distrito Capital. El domingo 22 de marzo se reportaban 30 casos en Miranda y 19 en Distrito Capital, pero dos días después los del Distrito Capital habían bajado a 14.
De la misma forma, los gobernadores de Miranda, Vargas y Lara publicaban datos que no coincidían con los números brindados por los primeros reportes televisivos oficiales. Distintos informes ubicaban los casos capitalinos, como el del piloto español de Iberia o el embajador argentino en el Distrito Capital o en Miranda.
Estas inconsistencias también llegaron al informe de las primeras muertes. Pues la tercera que se admitió el 29 de marzo, un taxista de Antímano que hacía viajes hacia Maiquetía, se habría contagiado el 29 de febrero (antes de los primeros oficiales) y muerto antes que el primer fallecido presentado el 27 de marzo.
Abril comenzó con las declaraciones de Jorge Rodríguez que situaban a Venezuela por encima de la mayoría de los países latinoamericanos en cuanto a capacidad diagnóstica, con una tasa de 1.227 pruebas por millón de habitantes.
Para el 11 de abril, tan solo una semana después de la primera alocución, Rodríguez reportó la realización de 181.335 pruebas, con lo cual Venezuela obtenía “el primer lugar” de América Latina, con 6.045 pruebas por millón de habitantes.
Sin embargo, Rodríguez no especificó cuántas eran serológicas o rápidas, que solo detectan anticuerpos, y cuántas eran PCR o moleculares, las recomendadas a nivel mundial. Poco antes, el 2 de abril, la Oficina de Naciones Unidas para la Coordinación de Asuntos Humanitarios (Ocha) informó que hasta el 31 de marzo Venezuela solo había realizado 1.779 pruebas PCR.
Hasta el 28 de julio, según Ocha, solamente entre el 5% y el 6% de las pruebas realizadas en el país eran PCR: apenas entre 75.571 y 90.685 de un total de 1.511.433. Para 2021, Naciones Unidas mantenía la advertencia de la necesidad de ampliar la capacidad diagnóstica del país.
Estimar las cifras del COVID-19 en Venezuela
La Academia de Ciencias Físicas, Matemáticas y Naturales explica que en Venezuela, debido a la insuficiente cobertura diagnóstica, el tamaño de la epidemia debe aproximarse con modelos epidemiológicos.
Así, en febrero de 2021 los académicos utilizaron tres tasas de transmisión posibles: una a partir del número de casos reportado oficialmente y corregidos por la positividad, otra con el número de infecciones respiratorias agudas sospechosas en un grupo centinela y la última desde el número de decesos por COVID-19.
Las curvas resultantes arrojaron que el número oficial de casos representa menos de 25 % del total de casos de cualquiera de las tres evaluaciones.
Aunque la Acfiman estima que en septiembre de 2020 se alcanzaron entre 6.000 y 8.000 casos diarios, los reportes de Venezuela durante un año siempre se mantuvieron por debajo de los 1.300 casos diarios. El día con mayor número de casos de COVID-19 y defunciones según las estadísticas oficiales en el país fue el 13 de agosto, con 1.281 infecciones confirmadas y 12 decesos.
Para Jaime Torres, expresidente de la Sociedad Venezolana de Infectología (1988-1990), con los datos actuales que proporcionan las autoridades no se puede conocer el verdadero número de casos. Sin embargo, en lo referente a las defunciones, indica que en países con condiciones similares a las venezolanas se asume que por cada persona reportada como fallecida hay entre tres y cinco personas más que deben haber muerto en relación con la pandemia.
La falta de boletines epidemiológicos y anuarios de mortalidad en Venezuela, ausentes desde 2016 y 2014 respectivamente, dificultan aún más el cálculo de las defunciones, pues otros países han estimado la cantidad de muertes que escapan de las estadísticas oficiales a partir del exceso de mortalidad: aumento en la mortalidad en relación con años anteriores.
Aunque falten cifras y datos suficientes, Torres asegura que los expertos coinciden en que el impacto del COVID-19 en Venezuela no ha sido tan intenso como otros países.
“El consenso y la impresión que hay, que por factores que no se saben y que no son atribuibles necesariamente a las medidas que se han tomado, el impacto y la severidad de la pandemia en la población nuestra no parecen haber sido tan altos como en algunos otros países de la región”, destaca.
Para Mariano Fernández, médico epidemiólogo y profesor de la Facultad de Medicina de la UCV, para poder conocer qué afectó el impacto de COVID-19 en Venezuela es necesario estudiar múltiples variables: desde las fallas con la distribución de gasolina, la disminución de la movilidad y la cuarentena hasta el verdadero número de pruebas que se realizan.
“Sigue habiendo la duda de la enfermedad en el país. Eso hay que analizarlo seriamente y espero que en algún momento nos faciliten información a los epidemiólogos para hacer esos análisis”, expresa.
A pesar de las dudas y la falta de información epidemiológica fundamental para la vigilancia de enfermedades, Fernández destaca que los servicios de epidemiología en Venezuela han aprendido a trabajar con los datos disponibles.
“Algo que se aprende en los servicios de epidemiología es que se trabaja con lo que hay. Los casos que tenemos los hemos utilizado para poder entender la situación que estamos viviendo”, añade.
Tres curiosidades
A partir de los datos existentes sobre el alcance del COVID-19 en Venezuela se pueden evidenciar algunas curiosidades en las cifras que no se restringen solamente al número de casos nuevos y a la cantidad de fallecidos, sino que también se extienden a los recuperados, al estado de las personas contagiadas y sus centros de atención.
1. Récord de recuperados
El 14 de julio de 2020, cuando Venezuela superó los 10.000 contagios, reportaba la tasa de recuperados más baja de Sudamérica con apenas 26,7% de los pacientes. Hasta ese día había 2.671 recuperados y 7.243 casos activos. De estos últimos 6.112 eran asintomáticos (84,4%), 550 casos leves (7,6%), 18 moderados y 25 graves.
Desde entonces las cifras de recuperados de COVID-19 en Venezuela se dispararon sin mayor explicación oficial. La primera curiosidad puede encontrarse al revisar las cifras del 15 al 26 de julio. Durante esos 12 días se registraron 7.075 curados, casi todos los activos que se registraban, mientras al mismo tiempo se diagnosticaron 5.453 nuevos casos.
Es decir, que estaban saliendo de la enfermedad más personas que las que se reportaban contagiadas.

Los recuperados brincaron de 26,7% a 63% de los casos en apenas 12 días, llegando los 9.959. Mientras tanto los activos bajaron a 5.575, una reducción de casi 20%. Hubo un día especial, el 19 de julio, cuando se reportaron 2.101 recuperados.
¿Era por la baja tasa de pruebas para encontrar contagiados? ¿Se estaba inflando la tasa de recuperados tras reportarse estar al final de la región? Ante la duda hubo otro cambio. El mismo sistema de salud que estaba curando muchísimo entonces dejó de hacerlo.
Así que entre el 27 de julio y el 7 de agosto, también una docena de días, apenas se curaron 3.214 pacientes mientras se detectaron 8.703 casos nuevos. Los activos incrementaron 87% y los recuperados bajaron de 62,3% a 53,6%.
¿Qué podría haber sucedido si se usaban los mismos tratamientos y protocolos para que se curaran menos de la mitad que las personas que en los 12 días anteriores?
En los siguientes 12 días, entre el 8 y el 19 de agosto, la Comisión Presidencial presentó 12.456 recuperados y 12.702 casos nuevos. Volvían a la senda de curar más personas que las que se reportaban como nuevos contagios, a pesar del repunte de nuevos diagnósticos. Es decir, curaban a la misma velocidad de la expansión del virus, lo que hubiese evitado que se propagara la epidemia.
Tuvieron 72 horas impresionantes: 6.818 curados, lo que representaba a 31,33% de todas las personas con virus activo en Venezuela.
Esta práctica terapéutica-estadística desde entonces continuó hasta alcanzar incluso 95,4% de recuperados entre el 9 y el 12 de diciembre, cuando aún no iniciaba la vacunación en el país. Desde entonces ha bajado muy lentamente, tanto que estaba aún en 94,4% para el día 4 de marzo de 2021.
Pero estos números no concuerdan con un aumento en la letalidad en el país. Para el 19 de agosto la letalidad era de 0,822%. Esto correspondía a 303 muertes admitidas en 36.868 casos. Es decir, habían muerto ocho personas por cada 1.000 contagiados. O lo que es igual, una persona cada 125 contagiados.
Para el 4 de marzo la letalidad había subido a 0,968%, por las 1.364 víctimas en casi 141.000 contagios. Es decir, que ahora han muerto 9,7 personas por cada 1.000 contagiados. Aproximadamente una muerte por cada 103 contagiados.
A nivel mundial, para el 11 de marzo, según Worldometers, se habían recuperado 94.336.169 personas, lo que equivale a 79,43% de los 118.758.319 contagiados.
Con 94,4% de recuperados, Venezuela supera a países como Israel, Canadá, Austria, Perú, Alemania o Argentina. Es decir, tendría más recuperados en relación con los casos, y por tanto menor letalidad, que otros 158 países y territorios en el mundo. Ocupa el puesto 69 a nivel mundial en cuanto a cantidad de casos y recuperados.
2. Trueque de casos
Las irregularidades estadísticas del aumento de recuperados se relacionan con los leves y asintomáticos. En un punto, los pacientes activos estaban dejando de ser mayoritariamente asintomáticos, tanto que los casos leves eran para el 27 de julio apenas 19% de los activos, y quienes no tenían síntomas casi 79%.
Sin embargo, apenas un mes después se reportaban cambios importantes. El 25 de agosto había 50,6% de leves y 42% de asintomáticos.
Esta caída vertiginosa así como estadísticamente irregular de los asintomáticos, junto al aumento de recuperados, continuó hasta el 29 de agosto, cuando de nuevo las estadísticas dieron dos cambios en sus tendencias después de tres balances que no especificaron cuántos casos leves, moderados, graves o asintomáticos había.
El primer cambio consistió en que ahora eran los leves los que pasarían “a curarse”: al aumento de recuperados se replicaría una caída de los casos leves. El récord fue impuesto ese 29 de agosto, cuando los pacientes con síntomas leves se redujeron en 2.313 pacientes.
Así, el porcentaje de recuperados pasó de 26,7% el pasado 14 de julio hasta 81,6% para el 2 de septiembre, sin explicación oficial o informal sobre cómo sucedió.

El segundo cambio es la relación casi inversamente proporcional entre asintomáticos y leves, similar a la que reportaron con los recuperados.
Hasta el 30 de agosto, las estadísticas de estos valores cambiaban de forma independiente. Como se esperaría, cada contagiado activo podía tener síntomas leves, moderados o graves, o incluso no tenerlo, pero también podían cambiar. Si alguien empeoraba, entonces un asintomático o leve se volvía moderado o grave, por ejemplo. También podría curarse o mejorar, haciendo el camino contrario.
Lo extraño es que desde ese día y hasta el 14 de septiembre, cuando dejaron de publicarse estas estadísticas —produciendo una extraña curva— y después del 8 de diciembre en adelante cuando regresaron estos datos, asintomáticos y leves varían casi en la misma proporción.
Eso registró cambios abruptos como 988 asintomáticos nuevos el 4 de septiembre (un aumento del 15% en solo un día que se reportaron 1.096 casos) así como 1.297 leves más (un impresionante 79% más en 24 horas) tras reportarse 910 nuevos contagios, lo que revela que están contando casos anteriores que van evolucionando. O eso se deduce de estos números.
Luego vinieron 76 días sin reportes sobre el estado de los pacientes no recuperados, cuando los que se habían curado pasaron de 80,2% a 95%. Con el regreso se reportarían grandes cambios: 5.224 asintomáticos menos, 1.501 leves menos, 645 moderados menos y 133 leves menos.
Tras otra semana de silencio, se retomó el reporte irregular de estos casos, casi siempre cuando el encargado es el actual ministro de Comunicación e Información, Freddy Ñáñez, y raramente cuando lo hace la vicepresidenta Delcy Rodríguez. Aunque ambos publican casi las mismas plantillas, sólo él incluye la de estatus de casos activos.
En los reportes del 25 y del 26 de diciembre los datos reportados por Ñáñez y Rodríguez se repitieron: 350 asintomáticos más, 345 leves menos, siete moderados más y cuatro críticos más.
A partir de entonces en 27 reportes se suman asintomáticos y se restan leves, o al contrario. Sólo en un reporte ambos disminuyeron y sólo en cinco ambos subieron. Además, el 7 y el 23 de febrero los asintomáticos volvieron a ser superados por los leves, otra vez mostrando una rara manifestación del virus.
3. ¿Dónde están los pacientes?
En coherencia con los cambios súbitos, el intercambio vertiginoso entre categorías y los largos silencios, las estadísticas sobre el lugar de tratamiento de las personas con una infección activa también presentan estas extravagancias numéricas.
Por ejemplo, para el 16 de julio se informaba que había 6.570 personas en hospitales, 838 en Centros de Diagnóstico Integral (CDI) y 87 en clínicas privadas después de un crecimiento progresivo en cada lugar pero más rápido en hospitales.
Diez días después las cifras habían cambiado a 4.269 recluidos en hospitales y 1.170 en CDI. ¿Qué pasó que más de 1.300 personas dejaron los hospitales pero más de 300 ingresaron a CDI?
Coincidió con la operación estadística que sacó al país del foso de los recuperados en Sudamérica. Así que en ese mismo período de tiempo los recuperados pasaron de 30% a 63%.
Entre el 8 y el 12 de agosto se pasó de 8.166 pacientes en hospitales y 3.056 en CDI a tan sólo 3.715 en hospitales, menos de los 3.908 que estaban en los centros de Barrio Adentro.
No se explicó por qué ese cambio que refleja nuevas 4.200 camas disponibles en hospitales ni por qué ahora había más recluidos en centros más pequeños. ¿Se recuperaron y fueron enviados para allá?
Para mayor confusión, el 15 de agosto Delcy Rodríguez informó que había 6.729 casos en hospitales y 3.673 en CDI. Otro cambio inesperado: 3.000 pacientes más entraban en los hospitales y casi 235 salían de los CDI.
¿Contaban a los asintomáticos dentro de los hospitales, aunque no estaban o no deberían? ¿No eran asintomáticos? ¿Los inflaban para intercambiar por leves y recuperados?
Esta entrada y salida de miles de personas de hospitales y ambulatorios en tan corto plazo crea en un zigzag sin explicaciones ni consistencia estadística que forma curvas extrañas en la visualización de datos.
Para el 15 de agosto había 3.783 personas con síntomas y 6.729 en hospitales, pero el 1° de septiembre se reportaron 2.434 casos con insuficiencia respiratoria de algún tipo y sólo informaron sobre 1.652 personas en hospitales.
Para el 12 de septiembre volvió a invertirse: ahora había descendido a 2.443 personas con síntomas y se sumaban 1.756 nuevos asintomáticos, pero también había ahora 7.945 ingresados en hospitales, más del triple que la quincena anterior, mientras en los CDI bajaron de 6.495 pacientes a 3.474.
Además, los recuperados sumaron 3.300 personas, que corresponden con los que salieron de los CDI, pero el doble de personas fueron hospitalizadas.
Entonces, en los hospitales estaban todas las personas con síntomas y muchos asintomáticos pero luego no estaban ni siquiera todos los que tienen síntomas. ¿Cuántos traslados y ambulancias se movieron para que pacientes salieran y entraran de CDI a hospitales de esa manera?
Esta estrambótica suma y resta de pacientes entre hospitales y CDI se repitió de nuevo durante los períodos entre el 27 de septiembre y 25 de octubre, primero subiendo en hospitales y luego bajando de forma vertiginosa mientras pasaba lo contrario en Barrio Adentro. Ocurrió de nuevo entre el 28 de noviembre y el 27 de diciembre, así como entre el 22 de enero de 2021 y el 6 de febrero de 2021.
Desde entonces aunque permanece la relación inversamente proporcional, como entre asintomáticos y leves o recuperados, se abandonó el cambio de miles de pacientes en pocos días entre uno y otro.