Los medios reportaron protestas en las principales áreas metropolitanas del país a la par que hacían seguimiento detallado de los actos protocolares de la toma de posesión de Donald Trump como cuadragésimo quinto Presidente de Estados Unidos. El nuevo mandatario no defraudó a quienes aseguraban que mantendría su línea nacionalista y anti establishment proclamando que durante su gestión la línea sería “América primero”.

En Nueva York, ciudad natal del mandatario y donde sólo obtuvo 10% de los votos en noviembre, cientos de ciudadanos se reunían para marchar a Wall Street atendiendo convocatorias de redes sociales que llamaban a “Ocupar la toma de posesión”. Bajo una llovizna fría y persistente se aglutinaban en la icónica calle quienes vociferaban desde canciones hasta expresiones procaces dirigidas al jefe de Estado.

La mayoría de los manifestantes eran jóvenes que promovían diversas causas. Banderas del orgullo gay, máscaras de Anonymous, pancartas con insultos y diseños altisonantes conformaban el panorama. Activistas del movimiento en contra de la brutalidad policial Black Lives Matter y aquellos en favor de la equidad de género aludían con consignas el retroceso que para ellos significaba la nueva presidencia. “Ella obtuvo más votos” era uno de los lemas, en referencia a la ventaja de casi tres millones de votos que Hillary Clinton obtuvo sobre su oponente.

Las consignas eran grabadas en Snapchat y las pantallas de los celulares registraban en streaming la toma de las escaleras del Federal Hall: el primer capitolio del país y sede de la toma de posesión de George Washington en 1789. Diagonal al recinto, y fuertemente custodiada por la policía de la ciudad, se apreciaba la Bolsa de Valores de Nueva York y a un costado The Trump Building, uno de los trece edificios manejados por la organización Trump en Manhattan. Barricadas, patrullas y oficiales de policía impedían el acceso a ese tramo de la calle.

La jornada transcurrió sin contratiempos a pesar de aisladas escaramuzas entre la policía y jóvenes que con grafitis promovían acciones anarquistas. Cientos de personas eran dirigidas por grupos de jóvenes que articulaban e imponían las consignas que acusaban de fascista y racista al nuevo Gobierno.

Pasadas las siete de la noche, decidieron marchar en dirección al centro de la ciudad. La policía recordaba a través de altoparlantes con mensajes pre-grabados que sus derechos estaban garantizados mientras no se obstaculizara el paso por las aceras ni se impidiese el tránsito vehicular. La advertencia bastó y en cuestión de media hora la afluencia de asistentes había mermado considerablemente.

Bienvenidos los refugiados

Samantha Morris, de 22 años, mencionó su ascendencia palestina como un motivo para marchar. Junto a su hermana sostenía una pancarta en la cual mostraba su oposición al racismo, fascismo, sexismo, xenofobia, homofobia y clasismo: al reverso la misma rezaba “Bienvenidos los refugiados”. Condenó la violencia que se ha reportado en otras protestas afirmando que “No es la forma en la cual debemos abordar este reto”.

Con cámara en mano, José Pacheco, de 25 años y nativo de Brooklyn fotografiaba la marcha, a la vez que repetía en español “Sí se puede”, al ser abordado sobre sus expectativas futuras en materia migratoria afirmaba sin reparos “siento que retrocederemos, mis padres que son dominicanos temen no sentirse en casa como siempre. Las deportaciones masivas son una amenaza a la familia americana”.

En la tarde de este sábado frente a la sede de Naciones Unidas se lleva a cabo el capítulo de Nueva York de la Marcha de las Mujeres, iniciativa nacional para rechazar la misoginia y la intolerancia que promete movilizar al país en apoyo al evento central en Washington D.C. donde se espera una asistencia de doscientas mil personas.

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