En una habitación del J.M. de los Ríos permanecen hospitalizados cuatro niños y tres de ellos están desnutridos. Tanto, que tienen que permanecer ahí hasta que muestren alguna mejoría y ganar algo de peso. Están flacos, se les nota la piel pegada a sus huesos. Dos de los casos incluso tienen manchas en la piel.

Uno de ellos es el de Luis Abraham Hernández. Tiene apenas cinco meses y es de Pariaguán, en el estado Anzoátegui. Llegó a un hospital de la zona porque tenía vómito constante, pero lo refirieron  hasta Caracas porque estaba bajo de peso, hinchado y con el pelo amarillento.

Es el menor de cuatro hermanos. Los otros tienen 19, 16 y 11 años. Ninguno de ellos come bien. Su madre, quien se mantiene firme al lado de la cuna, reconoce que cada día tienen más y más problemas para poder alimentarse.

Es uno de los 11 niños que ingresaron durante febrero por desnutrición. Esta es además una de las cifras más altas que se han registrado en los últimos meses, y es el mismo número de noviembre de 2016. Ese año cerró con 110 casos: 266% más que 2015. Anteriormente se registraban, en promedio, 30 anuales.

Otro de los bebés que estaban ahí es Nehemías Morales, de seis meses de edad. “Casi siete”, aclara Génesis, su mamá, que también se mantiene al lado de la cuna. Al pie de cañón.

Como Luis, el primer signo de Nehemías fue el vómito, pero en su caso, acompañado con fiebre. Él es oriundo de los Valles del Tuy, estado Miranda, así que el viaje no fue tan largo. Terminó con desnutrición luego de que su mamá dejara de producir leche y no pudiera conseguir las fórmulas lácteas. Y, cuando las conseguía, no podía pagarlas.

Ella vive sola con Luis y con otro hijo, que ahora tiene tres años. El papá del bebé la ayuda ocasionalmente, pero no es suficiente. Génesis, quien apenas tiene 22 años, reconoce que ha pasado hasta dos días sin comer porque todo se lo da a sus hijos.

En la sala también está Maikelis. Es la mayor de todos los hospitalizados, pero en talla y peso es la más pequeña. A sus 17 meses, apenas ahora está pisando los 10 kilos, y eso porque tiene, al menos, tres meses siendo atendida en el hospital. Todavía está lejos de los 12 kilos que debería pesar un bebé de su edad.

Su mamá, quien prefiere resguardar su identidad, apenas tiene 17 años. Llevó a la infante al hospital porque, como los demás, tenía diarrea y fiebre. Además, estaba hinchada y tenía manchas blancas en la piel: signos inconfundibles de la desnutrición.

La niña es la menor de tres hermanos, y todos están pasando trabajo. La adolescente vive en una casa con su mamá y sus tres hijos, pero dice que no sabe cómo la bebé terminó en esas condiciones. Aunque ella y su mamá comen “cuando pueden”, la pequeña recibió lactancia materna hasta los seis meses, y luego le empezó a dar leche completa cada cuatro horas. Sabe que no es lo mejor, pero es lo que puede pagar.

De los 11 casos, cinco tienen edemas, que son producidos -principalmente- por la falta de proteínas en la alimentación. Ocurre cuando los fluidos comienzan a acumularse de forma incorrecta en los tejidos, causando inflamación anormal de las extremidades u otras partes del cuerpo.

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