Toldos rojos y azules esperaban cerca de los centros de votación

El domingo 6 de diciembre, la señora Mónica se levantó bien temprano para salir a votar. Con 68 años encima y 19 elecciones a favor del Gobierno, el 6D decidió probar un cambio y votar por la Mesa de la Unidad Democrática. Con el dedo meñique cubierto de tinta morada, su vigésima elección le recordó a la primera vez que votó por Hugo Chávez en 1998, después de cansarse de votar a favor del partido blanco.

“Yo toda mi vida voté por AD y en el 98 voté por Chávez. Desde que se postuló me pareció que hablaba muy bonito”, recuerda. “Gracias a él conseguí mi apartamento y mi pensión. Yo estoy muy agradecida con eso, pero una se cansa. Vamos a ver qué logramos ahora”, dice Mónica.

Hace cuatro años, tras las lluvias de 2010, a Mónica le dieron su apartamento de la Misión Vivienda en los edificios que el Gobierno construyó en Mare Abajo, en el estado Vargas. Sin embargo, hoy asegura que las colas, la escasez de medicamentos y la falta de medicina han colmado el vaso. También dice que desde que llegó Maduro “la cosa se echó a perder”.

Este año el chavismo afrontó el mayor reto que le dejó la crisis económica: el “voto castigo”. Frente a la situación actual del país y con una participación de 74,25% del electorado, aquello de que el “chavista vota por Chávez o se abstiene”, se derrumbó el pasado 6D. Desde las colas en los centros de votación y ya en los cierres de campaña, el electorado a favor del Gobierno pedía cambio.

Al igual que su estado, Mónica era chavista de las duras. Pero en Vargas los números se voltearon, incluso para los pesos pesados como Darío Vivas. “La manito” sacó 52,27% de los votos, para darle la victoria a José Manuel Olivares por su rival del Gran Polo Patriótico.

Poco le preocupa que digan que no es chavista de verdad o que van a quitar las pensiones y los programas sociales. Cree en la oposición y en Ramos Allup, que dijo que las misiones se van a mantener. Por sus cinco hijos y sus 17 nietos, la señora de 68 años salió a votar por un cambio que espera que traiga cosas buenas y que acabe con las colas para comprar alimentos y medicinas.

“Yo sufro de los huesos y de los nervios. Llevo un tratamiento psiquiátrico y la hija mía es la que me hace el favor de buscarme las medicinas hasta en Caracas y Los Teques. A veces tengo que salir yo y caminarme todo el litoral”, afirma.

La juventud cambia

Mariela tiene 24 años y es madre de una niña de cuatro. Como mamá, los 17 años de Revolución le han pegado en el bolsillo, le han quitado tiempo y le han restado calidad de vida. Desde siempre estuvo con el proceso: Cuando cumplió la mayoría de edad, su primer voto fue para el Comandante en las presidenciales contra Henrique Capriles Radonski en 2012. Son las primeras elecciones que recuerda. Chavista de los fieles, luego de la muerte Hugo Chávez, hizo lo que el presidente le pidió: Votar por Maduro. Hoy, luego de acumular dos elecciones ganadas, Mariela agrega una tercera a su lista de victorias, pero esta vez con la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) en las parlamentarias del 6D.

Callada y con timidez, Mariela admite que por primera vez en su vida votó por la oposición; Que por primera vez quiere un cambio y no está de acuerdo con el rumbo que tomó el proceso. Como estudiante de Turismo en la Universidad Nacional Experimental Politécnica de la Fuerza Armada Bolivariana (UNEFA), no habla del tema con muchos. El cuestionamiento del proceso siempre se paga con malas miradas y discriminación en sitios así. De hecho, Mariela no quiere que ni siquiera se diga su nombre real por temor a represalias.

Yo conozco muchísima gente en la UNEFA que también está como yo, cansada de la situación, pero no podemos andar diciendo nada porque esa es una universidad del Gobierno y hay mucho chavista”, explica. La única forma e expresarlo es a través del voto.

A las madres les ha tocado más duro en la Revolución Bolivariana: Si la inseguridad no les mata un hijo, la escasez las obliga a hacer cola para poder comprar un producto regulado o a llevar recaudos para adquirir pañales.

Más que ser fiel a la Revolución o ser un chavista de verdad, Mariela prefiere pensar en su hija y en todo lo que le va a tocar vivir a ella después. “Lo que me motivó a votar por el cambio es que no se consigue nada. Yo quiero una Venezuela mejor, yo quiero que consigamos todo lo que se quiera comprar. Tengo una hija pequeña y tengo que salir a bachaquear y gastar el doble para poder comprar los alimentos que necesita”, expresa Mariela.

Rosa también es madre y ha tenido una racha ganadora en todos los procesos electorales en los que ha participado. Cuando era adolescente y tenía 14 años, Chávez subió al poder. En cada una de sus elecciones, como rojita rajada, votó por el Gobierno. Unos 17 años más tarde, con una inflación acumulada y con la escasez de alimento, Rosa quiso probar una opción distinta y su alternativa se hizo con la mayoría de las curules: hasta los momentos, se llevó de los diputados de la asamblea 112, mientras que el chavismo se redujo a 46.

Para conseguir alimento, para conseguir una medicina, siempre hay que hacer una bendita cola“, asegura la mujer de 31 años que se desempeña como vendedora de seguros. “Yo he pasado un día de cola sin trabajar solo para comprar apio”, dice.

Oriunda de Carúpano, el 6D marcó abajo y a la izquierda por César Rincones. No hubo ojitos de Chávez que valieran frente a la escasez que atraviesa Rosa. Por eso se unió a ese 46,32% que votó por el candidato de la MUD en la circunscripción 1 del estado Sucre.

Ni Rosa ni Mariela le prestan mucha atención a aquellos que llaman traidores a los chavistas que votaron por la alternativa opositora. Para ambas, el futuro de Venezuela y el de sus hijas está primero. “Yo voté por el cambio. Y con el cambio me gustaría que dejara de existir la escasez y que los hospitales se arreglen. Eso es todo lo que pido yo”, aseguró la treintañera.

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