En los últimos tiempos es impresionante el llamado a una confrontación bélica para generar una transición política en Venezuela. Las redes sociales están llenas de mensajes, a veces edulcorados, otras absolutamente directos, solicitando una intervención militar o bien de los Estados Unidos o de Brasil y Colombia actuando en eje con la comunidad internacional.

Particularmente, llama la atención aquel video que se hizo viral rápidamente donde un joven migrante venezolano con lágrimas de desesperación, le pide a Luis Almagro, secretario general de la OEA, que le diga a los “gringos” que, de una vez por todas, invadan a Venezuela para derrocar al tirano. Este fenómeno ha venido multiplicándose a gran velocidad, especialmente, luego de los eventos ocurridos en el país tanto en 2016 como en 2017, que han ido cerrando las oportunidades de viabilizar una salida política al conflicto venezolano y a su compleja crisis económica.

En paralelo, hemos venido observando cada vez más, reiteradas declaraciones de altos voceros políticos y militares tanto de los EEUU como de la Unión Europea, que lo que “aplica” en Venezuela es una “solución diplomática”.  Desde Mike Pompeo, secretario de estado norteamericano pasando por el jefe del comando sur y la máxima representante de la política exterior europea, Federica Mogherini, entre otros altos calificados funcionarios han dejado traslucir que  nadie  por ahora, está dispuesto a ir a una guerra sino que la política debe ser la protagonista de la solución.

Pero frente a estos mensajes directos y claros, hay grupos interesados en seguir aupando una salida de esta naturaleza para facilitar la transición y luego tomar el poder sin mayor esfuerzo. Esta es una visión que se resumiría así: “ustedes hagan el trabajo sucio y luego yo me encaramo en el coroto” sin medir los costos económicos, políticos, sociales y de vidas humanas que tendría una fórmula de este tipo. Hasta el propio recientemente electo presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, a quien muchos ven como un nuevo salvador para Venezuela, se desmarcó tajantemente de una salida militar aún habiendo sido muy duro en el marco de la campaña electoral.

Como vemos, la cosa no es tan fácil como nos la han estado planteando. En ello hay que insistir hasta la saciedad para desmontar las visceralidades promovidas por grupos interesados en “que otros lo hagan”. Las guerras no son gratuitas, eso hay que tenerlo muy claro. Los países de la región, impactados y desbordados por la migración de miles y miles de venezolanos, se han venido articulando para propiciar salidas que detengan este fenómeno.

La política vuelve a ser protagonista

Se están dando pasos cruciales para extender el cerco financiero y los movimientos tácticos del gobierno venezolano que hasta ahora se niega a abrir el cauce de una transición ordenada. Esto con el fin de obligarlo a negociar. Pero la comunidad internacional sola no puede como tampoco solos no han podido los venezolanos. Se requiere de una sinergia entre los factores geopolíticos internos y externos para quebrar los dogmas y las resistencias de los duros de Caracas. En estas últimas semanas las cosas parecieran estar apuntando en esa dirección.

La política vuelve a recuperar protagonismo pese a los mensajes de los radicales; no obstante, será un gran desafío poder abrirse paso. Detrás quedan los numerosos errores cometidos que deben servir de lección para aligerar el camino. Aún hay tiempo, pero cada vez es menor. La situación social está en fase de “pre-ebullición” y esto lo sabe perfectamente el gobierno y especialmente, las fuerzas armadas. Ojala tengamos más política y menos guerra…

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