El segundo, el tercero, el cuarto apagón eléctrico –con sus consecuencias en otros servicios y ámbitos- producidos en marzo en Venezuela han sido tan devastadores como el de principios de mes.  No porque han sido peores sino porque lo temido, que sean frecuentes, está ocurriendo y no sabemos cuántos más vendrán, ya o después.

Cada apagón atemoriza, enfurece más que el otro.  Es agotador.

En esos apagones no hay luz al final del túnel.  Al regresar la electricidad la gente se ve como más apagada, más desgastada.  Esas oscuranas dan para que todos los miedos, rabias y tristezas que tenemos se nos revuelvan. Los demonios paralizan a algunos,  activan a otros.

Ante esta aguda, agotadora, estéril, injusta, desesperante crisis nacional, ahora no solo política, económica, social sino también energética, con perspectiva de bélica; la gente busca la salida que cree más cercana y se cuadra con algunos de los escenarios propuestos por dirigentes o se inventa uno propio.  El asunto es cómo salir del atasco en que está el país.

Hay quienes claman por amor a Dios y al norte y al oeste y al sur que los ejércitos extranjeros lleguen ya, a “liberarnos”.  Ese es un deseo duro, dramático, desesperado ante la aguda y larga crisis que vive Venezuela.  Discutible, por supuesto, por sus pros y sus contras.

Hay quienes consideran que el remedio de la invasión extranjera pudiera ser peor que el mal que nos aqueja y piensan en una salida autóctona: que las Fuerzas Armadas Nacionales asuman el poder.   Pero los militares que ya lo tienen no, sino otros. O, que se sincere la cosa y se imponga una junta cívico militar.  Discutible, por supuesto, por sus pros y sus contras.

Hay quienes piensan que la opción es que un sector, gobierno u oposición, doblegue al otro, por la fuerza, por supuesto, y exterminándolo poco a poco, se entrone por los siglos de los siglos… aunque todo tiene su final, como canta el gran Héctor Lavoe.  Ni discutible, por supuesto, sin pros, solo contras.

Hay quienes piensan –pensamos- que la crisis de Venezuela es de tal magnitud que exige una salida heterodoxa, atrevida, que rompa esquemas tradicionales.

Vemos la salida de este atascamiento en un gobierno de reconciliación nacional donde se encuentren los sectores de la oposición que deseen participar y,  por supuesto,  dispuestos a recibir un siquitrillamiento en las redes de los radicales.   Algo así como una foto publicada en estos días que mostraba una oposición amplia y que a algunos les causó náuseas.

Y con lo que sigue de esta propuesta habrá quien convulsione y ampárame Señor de los insultos y maldiciones que recibiré por lo que voy a decir:  reconciliación implica perdón, acercamiento y, por tanto, incorporar a gente del gobierno que ha venido moviéndose en ese sentido.  Solo así la foto de la Venezuela actual y futura estaría completa.

Un gobierno de ese tipo tendría un solo objetivo: lograr que el país salga del atolladero en que está metido, reducir el sufrimiento de la gente y, en paralelo,  acordar la renovación inmediata de todos los poderes nacionales.  Eso que llaman hacer caída y mesa limpia.

Muchos creerán que estoy fumao o que los apagones han llevado mi nivel de agüevoniamiento a límites increíbles pero, no.  Creo, como otra gente en este país, que nos toca buscar una salida urgente, promovida por nosotros, los venezolanos, los civiles, los no radicales de lado y lado y de ningún lado.

Opción con los de aquí, de allá y más allá

Una acción constitucionalista que integre a diversos sectores, de allá y de acá, pudiera lograr que las FAN  la apoye.

Estoy claro en que esta opción es bastante cuesta arriba que sea deglutida por sectores de  una sociedad como la nuestra tan polarizada, tan golpeada, tan intoxicada.  Sin embargo, es una luz más en el camino.

Necesitamos salir de tanta oscurana prontamente, pero sin desesperación.  Ya sabemos: aunque parezca mentira, algunos remedios pueden ser peor que la enfermedad.   Tenemos que buscar salir del atasco sin descartar (casi) ninguna opción, como dicen por allí, pero incorporando esta del gobierno de integración.

Quedo preocupado y adolorido por el título que di a este artículo. Yo, que nací un marzo, que toda la vida lo he visto como un mes luminoso, promisorio, celebrante, reconozco que este de 2019, no lo fue.

Muy a mi pesar, muy a pesar de millones de venezolanos dentro y fuera del país, marzo fue oscuro, devastador como pudieran ser los meses que siguen.  Me queda pensar que por allí quedan luces y que el año que viene vuelve marzo y los años que siguen también.

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