Por estos días nuevamente se asoma a la ventana la posibilidad de un proceso de diálogo político en Venezuela. Es algo que ya ha ocurrido en otras oportunidades y con varias modalidades. Con absoluto secreto, con filtraciones, de manera “semi-secreta”, con cámaras de televisión, en hoteles lujosos, en territorio nacional y en otros países.

En esta oportunidad, los primeros contactos se están dando en República Dominicana y para variar, ya se están presentando contradicciones públicas ente los diferentes actores que están involucrados en el mismo. Nada fácil es llevar a cabo una tarea en la que existen elementos que para nada contribuyen a la búsqueda de un acuerdo político nacional, con acompañamiento internacional, que viabilice una estabilización institucional en el país, que favorezca un abordaje integral de la crisis económica de fondo.

Y es que el debate de fondo tiene que ver con dos opciones o variables. Le denomino “ganar tiempo” a aquellas estrategias a través de las cuales la representación del gobierno pretende mantener el poder a toda costa sin importarle algún cambio sustancial en el manejo de las políticas públicas; lo que es equivalente al mantenimiento de los privilegios sin observar detenidamente el entorno, cuyo empobrecimiento paulatino es dramático.

Y, desde los actores de la oposición, el seguir jugando a la “micropolítica” desde donde se hacen cálculos electorales exclusivamente sin que se generen alternativas de políticas públicas consensuadas a través de algún tipo de programa común para el rápido abordaje de la pobreza. En esta opción hemos visto, lamentablemente, todos los procesos de diálogo que se han realizado en el país hasta ahora y el resultado, en lugar del llamado “ganar tiempo”, ha sido que la República ha retrocedido a estadios de desarrollo inferiores a países de la región como Ecuador, Bolivia, Perú, Colombia, entre otros.

La opción “ganar país” no ha estado presente en ninguna de las negociaciones llevadas a cabo hasta ahora. Esta tiene como objetivos que la nación entera se vea beneficiada absolutamente por un proceso de diálogo que lleve al liderazgo político nacional a una reconexión con el sentimiento popular y que el país perciba que los acuerdos produzcan inmediatamente el retorno a la estabilidad institucional, a la separación y el respeto a los contrapesos que deben ejercer los diferentes poderes públicos; y, por sobre todas las cosas, a un plan integral y racional de recuperación de la economía que permita relanzar la esperanza en millones de venezolanos que en este momento la han perdido temporalmente.

Tamaña responsabilidad tiene el liderazgo político en este momento: seguir mamando gallo y que se desplome la nación o recuperar la seriedad de la política como instrumento de construcción de consensos.

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