Nosotros, religiosos y religiosas en Venezuela, hombres y mujeres comprometidos con la vida desde el Evangelio, deseamos expresar nuestra solidaridad y nos negamos a permanecer indiferentes ante los innumerables hechos de violencia que tienen sumido a nuestro pueblo en la angustia, el terror y la desesperanza. Ese clamor de la realidad, nos hace pedir perdón por las veces que hemos alimentado la división en nuestro país y también nos llama a sostener en la fe y la esperanza a este pueblo que, ya en otros momentos, ha caminado a oscuras y ha sabido levantarse desde la fe en Jesucristo Camino, Verdad y Vida (cf. Jn 14,6).

Alzamos nuestra voz no desde una parcialidad política. Nuestra preocupación nace esencialmente de la fe, que nos permite descubrir en el otro a un hermano, creado también a imagen y semejanza de Dios (cf. Gn 1,26). Por eso, nos duele hondamente cómo en nuestro país vivimos un proceso de deshumanización que nos obliga a huir y defendernos de los demás. Un proceso potenciado en forma decidida por la violencia, en todas sus manifestaciones. Esta sigue despojando de su dignidad a miles de hombres y mujeres atrapados en una espiral de muerte. Ante ello, los religiosos y religiosas deseamos proponer caminos de encuentro, reconciliación y comunión como país.

Agradecemos el Don del Evangelio dado en Jesucristo, Nuestro Señor, que nos hace hombres y mujeres de fe para acoger y optar por el perdón y la reconciliación. Todos sabemos que el dolor de las víctimas no se mitiga con la muerte de los victimarios. El único camino para superar el dolor y la angustia producidos por la muerte de los que amamos es la reconciliación que conduce a la paz. Es imposible pensar en el perdón y en la reconciliación desde el dolor de las víctimas. Pero sí es posible pensar en ello si decidimos perdonar desde Jesucristo, el Hijo de Dios, que nos permite a todos ser hijos/as y hermanos/as en él.

Rogamos que atiendan este llamado, por favor, de forma especial las instituciones garantes de la seguridad y el bienestar de toda la ciudadanía. Igualmente, todos aquellos que deberían estar más comprometidos en la protección y cuidado de la colectividad, sin exclusiones. Extendemos esta invitación a las familias, llamadas a ser escuela de comunión a través de la aceptación del otro, del respeto y el diálogo.

Sostenidos en la convicción de que la vida es don de Dios Padre y que su amor tendrá la última palabra también sobre Venezuela, afirmamos que la seguridad que necesitamos como país no es un logro de la represión. La seguridad es un logro de la justicia, cuyo fruto es la paz y lleva a la reconciliación sincera de todos los que hacemos vida en esta “Tierra de Gracia”.

Los religiosos y religiosas de Venezuela

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