Cinco días habían transcurrido hasta el 15 de septiembre desde que Leopoldo López, dirigente de Voluntad Popular, fue sentenciado a 13 años, 9 meses , 7 semanas y 12 horas  por la jueza del tribunal 28º de juicio del Área Metropolitana de Caracas, Susana Barreiros. Sin embargo, la vida dentro del Palacio de Justicia después de la sentencia del líder de VP y de los detenidos el 12F, Christian Holdack, Demian Martin y Ángel González, transcurre con total normalidad.

A diferencia del pasado 10 de septiembre, el piso 2 en donde se llevó a cabo la audiencia de López, no es el más concurrido. La mayoría de los asistentes al Palacio esperan en el quinto piso del recinto. No porque sea donde se encuentra la oficina correspondiente a la jueza Barreiros, sino porque es la sala de espera de gran parte de los juicios.

De hecho, el nombre colocado con una etiqueta negra y letras blancas sobre la placa de identificación grabada, parece pasar inadvertido entre los que aguardan entre la condena y la libertad. Probablemente, la mayoría de las personas en el sitio ignoran que Barreiros continúa asistiendo a sus labores en el lugar.

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Más parecen llamar la atención los detenidos esposados que son trasladados de un lado del pasillo a otro. Mujeres del Instituto Nacional Orientación Femenina con su vestimenta rosada, un trentañero en blue jeans rotos, un señor caminando descalzo con un zapato en la mano; todos escoltados hasta alguna puerta de algún despacho.

Nadie habla de López ni de los estudiantes, ni siquiera de los jóvenes del campamento del PNUD que fueron detenidos el 8 de mayo de 2014 y que entraron a la audiencia al mediodía. Este martes, 15 de septiembre, no hay un camión con consignas políticas del oficialismo, ni canciones de Alí Primera. Lo único que se escucha en el Palacio de Justicia es el repetido murmullo de defensores conversando con los acusados; de familiares hablando entre sí; de funcionarios saludándose o de personas al teléfono.

Hoy los medios de comunicación no esperan a tres cuadras del Palacio la salida de alguien que vaya a dar declaraciones sobre un juicio: no hay cámaras ni hay guardias desplegados como el jueves pasado. La seguridad es la de un día cualquiera. Una de las pequeñas colas es de familiares que se forma para ser requisada. En la otra ni la cédula piden. La custodia en cada piso es mínima, solo presencial.

La acera hacia el Palacio de Justicia está llena de gente, pero solo de los comerciantes que esperan al lado de sus santamarías abiertas. La plaza está desierta, solo hay unas mujeres en la entrada hacia la iglesia Santa Teresa vendiendo velones y estampitas.

Cuesta creer que la semana pasada Horacio Blanco, activista de VP de 66 años, falleció de un infarto por la trifulca que se formó frente al Palacio de Justicia. Este martes el único ruido que se escucha es el de una moto atravesando la plaza.

A la 1:00 pm, la normalidad que reinaba en el Palacio de Justicia en la mañana se vio interrumpida con la culminación de la audiencia de los jóvenes que acamparon frente a la sede del PNUD, en los Palos Grandes, durante las protestas de 2014.

“Aquí no hay ley”, se escuchó decir a un joven cuando salió de la audiencia, a solo dos oficinas del despacho de la jueza Barreiros. El grupo de jóvenes y representantes comenzó a discutir con uno de los alguaciles que estaba presente en el juicio por supuestos malos tratos con los acusados y sus familiares.

“Te voy a denunciar”, dijo un joven a uno de los funcionarios. Gerardo Resplandor, quien se encontraba entre los presentes, gritó algunas consignas políticas. Personas del grupo que lo acompañaba y presentes que esperaban por otros juicios, aplaudieron al joven en el pasillo. La discusión terminó cuando el alguacil cerró de golpe la puerta del despacho 517.

En la audiencia se encontraban Ángel Contreras, Nixon Leal, Carlos Pérez y Gerardo Carrero, jóvenes que permanecen detenidos en el Sebin desde que la GNB y la Policía Nacional Bolivariana desmontaron los campamentos. Además de Resplandor, también asistieron Anderson Briceño, Dioris Albarrán y Abril Tovar, quienes cumplen con el régimen de presentación.

Al lado de la puerta de la oficina está un letrero que reza juzgados 27º y 28º de primera instancia y unas boletas de notificación colgando, que informan sobre el estatus de los juicios correspondientes. El olor a cigarrillos proveniente del baño de mujeres, en la esquina, llega hasta el pasillo. Gente entra y sale del despacho, una oficina abarrotada de papeles y de cajas con más papeles adentro.

La jueza no quiere dar declaraciones. Al menos no hoy.

Mientras tanto, después de más de 13 años de sentencia para López, de 10 años para Holdack y de 4 para Martín y González, la vida en el Palacio de Justicia sigue. Para los detenidos de las protestas de 2014, sigue. Para los funcionarios que entran y salen del despacho, sigue. Para los que regresan para su régimen de presentación, sigue. Para los defensores y para la jueza Barreiros, sigue.

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