Hace ya 4 años, recién pasadas las elecciones presidenciales del domingo 14 de abril de 2013, y angustiados por el ambiente socio-político que claramente se percibía en la sociedad venezolana, la internacionalista Giovanna De Michele y el suscrito le dispensamos el miércoles 17 de abril de 2013 una visita al señor José Vicente Rangel (JVR), en su oficina, donde le manifestamos nuestras diversas inquietudes, preocupaciones y angustias acerca del futuro inmediato que se asomaba para nuestro país y los retos y peligros que las mismas pudieran significar y acarrear si no se abordaban diligentemente a tiempo tales escenarios.

La conversación resultó muy cordial y JVR coincidió con nosotros en casi todo, y le llamó la atención nuestra sana, visible y sincera preocupación, por lo que nos solicitó plasmar tales inquietudes -en forma resumida- en una misiva dirigida al señor Presidente de la República, y que él se comprometía a hacérsela llegar.
En efecto, sin mayor demora al día siguiente De Michele y yo elaboramos la misiva solicitada por JVR, donde le expresábamos en forma lacónica al presidente Nicolás Maduro parte de nuestras angustias. Y para mayor claridad y precisión me permito transcribir textualmente el contenido de la comunicación en referencia:

Caracas, 18 de abril de 2013
Ciudadano
Nicolás Maduro Moros
Presidente de la República Bolivariana de Venezuela
Su Despacho

Señor Presidente,

No cabe duda que su triunfo en los comicios del pasado domingo 14 de abril, coadyuva a resaltar que el pueblo venezolano ha cambiado sensiblemente en cuanto a su identidad y necesidad de participación política. Sin embargo, la paridad en los resultados de tales comicios, permite visualizar que de ahora en adelante la división, el enfrentamiento, la polarización, la exclusión y la intolerancia no pueden seguir siendo los patrones de coexistencia entre los venezolanos; porque ello nos conduciría a caminar al borde del abismo, donde todo el país tendría mucho que perder. Este nuevo escenario político debe dar paso a la promoción de un diálogo nacional que permita concretar un gran entendimiento en torno a temas neurálgicos y trascendentes, que al día de hoy, comprometen el destino de todos quienes hacemos vida en esta hermosa Patria.

Lo anterior aunado a la ausencia física del Comandante Chávez y su indiscutible liderazgo político y social, así como su gran ascendiente militar, plantea grandes retos a su gestión, cuyo primer gran esfuerzo deberá estar orientado a garantizar niveles de estabilidad y orden público, acordes con las necesidades nacionales y las expectativas internacionales. Al respecto, se hace imprescindible reducir los niveles de tensión y polarización en la sociedad venezolana, garantizando un clima de certidumbre institucional y un rechazo contundente a la tentación del ejercicio de la “tiranía de las mayorías”, que pudiera anidarse en la mente de los sectores más radicales del Gobierno y sus seguidores, tras 14 años de victorias electorales consecutivas.

Se trata de tender puentes por encima de las diferencias en respetables ideas y posiciones, con actores y/o sectores de la oposición, con quienes se pudiera dialogar en la búsqueda de soluciones y entendimiento de nuevas políticas que, además de derribar las barreras artificiales impuestas entre connacionales, faciliten la consecución de objetivos como garantizar una seguridad ciudadana permanente; abatir la inflación; promover la inversión, el empleo estable y bien remunerado, así como el crecimiento económico constante; favorecer la educación gratuita, masiva y de excelencia; mejorar y expandir la infraestructura física y de servicios; estimular la producción agrícola e industrial, a fin de garantizar el abastecimiento fundamentalmente de productos de la cesta básica, a precios accesibles y en todos los niveles de la sociedad, como requisito indispensable para consolidar nuestra soberanía alimentaria. En definitiva, asegurar el mejor uso de los ingresos públicos por concepto de la ya secular renta petrolera, actualmente en sus máximos niveles históricos.

Por consiguiente, será necesario que en su condición de Presidente de la República logre aglutinar el esfuerzo de los venezolanos, más allá de los militantes del PSUV o de sus simpatizantes. Se trata de una empresa sobre humana que reclamará imperiosamente la unidad nacional para poder salir adelante, pues perseverar en la división, sería apostar deliberadamente al desastre, con consecuencias funestas para el futuro de la República. Lo anterior, no implica en lo absoluto, tener que abandonar principios, ni mucho menos entregar banderas gloriosas de equidad y justicia social, que ya han sido conquistadas en los últimos 14 años.

Se trata en conclusión, de implementar los mecanismos necesarios y suficientes para promover la reactivación del sector productivo nacional en todos sus ámbitos, generando un mayor compromiso de la empresa privada con el desarrollo y la estabilidad del país, ofreciendo garantías de seguridad jurídica y facilidad de inversión. Ningún Estado por muy fuerte que sea desde el punto de vista económico y petrolero, puede acarrear con la satisfacción plena de las necesidades crecientes de más de 29 millones de habitantes, sin caer en la práctica de un costoso “capitalismo de Estado” y sus consecuentes elevados índices de corrupción, descuidando áreas de gran sensibilidad, como la seguridad, la educación y la salud entre otras.

Seguros estamos que son muchos los ciudadanos de este país, quienes al igual que nosotros, consideran que hoy más que nunca se impone la hora del diálogo entre racionales y la renuncia a los fundamentalismos y sectarismos que tantas guerras y víctimas han generado a lo largo de la historia en diversas partes del mundo.

Atentamente,

Rafael Quiroz Serrano Giovanna De Michele I.
Economista-Petrolero Internacionalista

Desde luego, no había que ser prestidigitador sobre lo que le esperaba a Venezuela en el futuro si no se tomaban las acciones, o se asumía la actitud que exigían dichas circunstancias. Se trataba (y aún se trata) de que existieran oídos receptores dispuestos a escuchar duras verdades sobre la cruenta realidad que hoy sacude a la nación. Pero los tiempos del dialogo parecieran estar agotados, y ahora -según las actuales circunstancias- lo único que pareciera imponerse es un desenlace final de la crisis lleno de confrontaciones callejeras y tensiones políticas; un desenlace cuyo final nadie se atreve a predecir por lo temerario y peligroso. “La crisis que consume a Venezuela y agobia a quienes habitamos esta tierra, es sumamente aguda…” (G. De Michele, 2016). Pero todo este escenario ha podido evitarse si el Presidente hubiera oído el trinar de las campanas que, en la Catedral del poder, se oyeron desde la madrugada del último cuatreño. Episodio complicado, este que estamos atravesando, el más complicado de toda la historia contemporánea de Venezuela.

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